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Busco en la inmensidad de la Red... y encuentro demasiado

Tomas Gonzalez

Buscar entre tanta información es casi un deporte de riesgo
Buscar información en Internet es una actividad casi compulsiva y sobre la que es muy fácil perder el control. Tecleas el término o términos que buscas, pinchas en los resultados y... para cuando quieres darte cuenta, estás navegando por otros sitios y ya no recuerdas lo que intentabas encontrar. 

Ayer por la tarde busqué en Internet un dato biográfico sobre William Turner, el pintor. Al final no lo encontré, pero durante la búsqueda aprendí algo sobre tradiciones navideñas en los Cárpatos, cuáles son los diez apellidos austronesios más comunes y un método infalible para que la bechamel no quede con grumos. Vale, perdí el tiempo, pero veamos el lado bueno: soy menos ignorante.

La información en Internet es como una enorme tienda de artículos usados: un lugar divertido, que esconde hallazgos sorprendentes, algunas cosas útiles y muchas inservibles. Bonitas, baratas, con encanto... pero no son más que trastos. Además, hay un problema añadido: si Internet tiene un tamaño descomunal, encima nosotros tendemos a no utilizar ningún plano o indicaciones para movernos por ella cuando buscamos información.

¿Algún veterano usuario de MS-DOS se acuerda del constante uso de los comodines en sus búsquedas? Nadie en su sano juicio osaba iniciar una incursión en su disco duro sin antes armar sus cadenas de caracteres con asteriscos, signos de interrogación...

Tenemos entonces una Red de redes compuesta por toneladas de información de todos los tamaños y condiciones. Y sabiéndolo, nosotros, usuarios mendrugos desbordados por un optimismo inexplicable, googleamos “iguana alimentación” cuando en realidad lo que necesitamos buscar es “a mi iguana le ha salido bigote y temo que se deba a la mala alimentación, ya que está acostumbrada a que le de un churrito cada vez que me hace una voltereta y se pasa el día rodando, la muy tripona”.

¿El resultado? Por nuestra pantalla desfila una lista de enlaces que habla de juegos de mesa con iguanas, la dieta de la iguana, la vida sexual de los reptiles, las increíbles propiedades diuréticas del guano de muerciélago... al menos un veinte por ciento de esos enlaces son, para alguien medianamente curioso, irresistibles. ¿Quién es capaz de resistirse a un buen artículo sobre el guano? Así que pinchas, husmeas, lees, aprendes sobre guano, saltas a otro sitio, vuelves atrás, te despistas... el tiempo pasa y tu querida iguana, tripona pero leal, sigue sin solucionar lo de su bigote. 

A mí me iría mucho mejor con el paquete básico de Internet. Pienso cancelar la versión premium, dan demasiadas cosas.

Las búsquedas en Internet se asemejan a pasar la tarde en un centro comercial luminoso y surtido, disfrutando de la jornada: vas a por un pantalón y te vuelves con tres camisetas muy chulas. Y a muy buen precio. Luego en casa descubrirás que no aguantan más de dos lavados, pero... ¡han sido tan baratas y son tan coloridas! Da igual que el fabricante no sea de fiar, que la tela sea basta, que salgan hilachos... Es ropa. Pero sigues necesitando un pantalón.

O aprendemos a manejar toda la información de la Red y dar a cada una la importancia que su calidad merece, o vamos a llenar el ropero con camisetas mediocres. Y mi iguana Cándida, ahí sigue, la pobre, con su mostacho churrero.

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