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Descargar un fichero, deporte de riesgo para los más audaces

Tomas Gonzalez

Todos los lugares de descargas quieren engañarme. Todos.
Cada vez que quiero descargar un fichero, necesito esquivar mil trampas y artimañas rastreras hasta llegar al enlace real. Me piden instalar un software dudoso, suscribirme a un grupo, dar "me gusta" en algo que ni conozco... ¿Es que no queda nadie en la Red que no quiera engañarme?

Aún recuerdo cómo era antes descargar un fichero. Los buenos tiempos. Cuando Internet era todo campo, cuando nos conocíamos todos los cibernautas y nos dábamos los buenos días, cuando no habían construido hasta en el último dominio.

En el Internet de antes, yo seleccionaba una descarga, cliqueaba sobre el correspondiente enlace y... oye, mira, resulta que aquello bajaba. Lento, pero bajaba. Pero ahora, cada vez que quiero descargar un fichero –hablo, claro, de descargas legales– me veo obligado a vestirme de negro, morder una linterna y ponerme la mítica música de Misión Imposible a toda pastilla para meterme en ambiente.

Porque, amigos, dar con el enlace verdadero de la dichosa descarga se asemeja cada vez más a una aventura de Indiana Jones o del agente Ethan Hunt. Ya os podéis imaginar a servidor, con su cuerpazo de élite contoneándose con la gracia felina que le caracteriza para esquivar recuadros que se abren y cierran ofreciendo descargas rápidas, descargas directas, descargas de sabores, ejecutables que alegrarán mi existencia... todo menos lo que necesito: un enlace, sencillo, honesto, de los de toda la vida, de pulsar y descargar a velocidad reducida pero segura y eficaz.

No confío en nadie. Así que me desgañito diciendo: no, gracias, no quiero registrarme. No, son ustedes muy amables, no necesito un año de membresía gratuita en su exclusivo club de descargas rápidas. Lo siento, no tengo previsto instalarme ni un gestor, ni un acelerador, ni un programita que me haga la descarga más fácil. Déjenme en paz.

En los buenos tiempos, yo seleccionaba una descarga y aquello bajaba. Lento, pero bajaba.

Acabemos de una vez. Ustedes y yo sabemos que nada de esto es cierto ni mucho menos inofensivo, así que déjenlo estar y pídanme el código captcha de una maldita vez. Yo esperaré el minutito establecido y tras obtener mi descarga, me iré de aquí rapidito, sin molestar, y todos tan amigos.

Nadie está a salvo de estas argucias. Nadie. Y no solo al descargar ficheros, también cuando pretendes instalar un software. Ya puedes olvidarte de las instalaciones de antaño en las que pulsabas sobre Siguiente en modo automático: ¿Instalación por defecto? Siguiente. ¿Un acceso directo? Siguiente. ¿Le corto las patillas? Siguiente. Y así hasta el final.

Ya no puedes sumirte en ese agradable sopor y confiar en el fabricante diciendo que sí a todo. Te arriesgas a llenar el ordenador con barras de búsqueda, optimizadores de disco... cualquier cosa que se instalará a traición en cuanto mires para otro lado.

Ya puedes olvidarte de las instalaciones de antaño, en las que pulsabas sobre Siguiente en modo automático.

Yo ya no voy al baño durante las instalaciones, me coloco al lado la bacinilla y aguanto hasta que los ojos escuecen. Y ya no me fío ni de mi abuela. Es más, ni siquiera creo que sea mi auténtica abuela, es raro que últimamente me pida reconocer un código captcha antes de dejarse estampar un beso en su mejilla...

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