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Veranito de toalla, playa, bronceador, mucho hielo y... WiFi

Tomas Gonzalez

¿Podemos permitirnos un veraneo sin Internet? ¿Y queremos?
Ha llegado el momento de planificar nuestro veraneo: Sol, playa, montaña, haraganería, consumiciones de dudosa calidad y dudosísimo precio... y, en nuestro equipaje, todos los dispositivos que utilizamos a diario. ¿O prescindiremos de ellos para que sean unas vacaciones realmente diferentes?

Recientemente, una app para conectarse remotamente al ordenador doméstico o de la oficina se postulaba en una nota de prensa como la mejor forma de desconectar en tus vacaciones de verano. Es decir, consideraba imposible que nadie pudiera estar en la playa sin aperos tecnológicos, así que apostaba por facilitar al tecnófilo un acceso a su equipo para que la cosa no fuera a peor.

No será lo mismo, pero le saca del apuro y evita que se ponga borde con su familia por el síndrome de abstinencia. O sea, un mal menor.

Es curioso ver cómo ha cambiado el equipaje playero en los últimos años. No hace tanto que nuestras maletas salían de veraneo hinchadas con los gruesos bestsellers que no habíamos podido leer en todo el año, el juego de cartas con el que crujir a nuestro cuñado en la terraza y la habitual ropa escasa en medidas y gusto.

Pero en la actualidad, salvo la ropa, apenas hay nada en común con aquel equipaje. Sí podemos encontrar un tablet, un e-book reader, un portátil, una consola, tal vez un disco duro de tamaño asequible para reproducir nuestro contenido multimedia... y un rosario de cargadores, adaptadores y baterías de reemplazo. ¿Hasta qué punto puedes desconectar de la rutina cotidiana –cada vez más llena de conexiones y dispositivos– en tu veraneo? ¿Y hasta qué punto quieres hacerlo?

Al igual que hace unos años los fumadores viajaban con un par de cartones de su marca de tabaco si se desplazaban a un destino de dudosa variedad tabaquil, ahora muchos empiezan por comprobar si el WiFi del hotel es gratis antes de hacer la reserva. Sí, servidor también lo hace.

Y no es que ya no leamos el best-seller de antes, es que ahora lo hacemos en una pantalla. Y no es que hayamos dejado de crujir a nuestro cuñado en las partidas de terraza –para este año se ha entrenado mucho el maldito, el nivel está muy alto– sino que lo hacemos con una consola, un tablet o un portátil.

Es desconectar, sí, en el sentido de que hacemos otras cosas. Pero no es desconectar del todo, no, porque las hacemos de una forma y en un ambiente cada vez más parecido al de nuestra vida durante el resto del año. Es veraneo, pero otro veraneo diferente. ¿Mejor o peor?

Hemos pasado de llenar la maleta de best-sellers a ocuparla con un montón de cargadores y cables

Los expertos dicen que, para que las vacaciones surtan el efecto debido, debemos cambiar radicalmente el escenario y las condiciones. Y bastante malo es ya que algunos se vean obligados a veranear en casa por falta de recursos, como para no intentar que sea un poquito más radical ese giro veraniego.

Lo necesitamos todos. Tal vez volviendo a llevar en la maleta un libro, un juego de mesa, o yendo a un hotel sin WiFi en la habitación. Y a ver qué tal. ¿Lo intentamos? Venga, voy a crear un grupo de WhatsApp y nos lo vamos contando. También iré tuiteando. Y... y... bueno, mejor pensado, lo que haré será relatarlo a la vuelta.

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