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La fusión entre mente y máquina mejorará nuestras capacidades

Gustavo Rodriguez

La fusión entre mente y máquina mejora nuestras capacidades humanas

La inteligencia artificial continúa su carrera en pos de mejorar las capacidades humanas mediante la interconexión del cerebro con el ordenador. Desde hace medio siglo, investigadores de todo el mundo han llevado a cabo sobresalientes avances en el campo ciéntifico y, últimamente, universidades de prestigio como Standford y Pittsburgh han continuado esta estela con notable éxito.

Remontándonos a los inicios de la conexión entre máquina y mente, el pionero Eb Fetz demostró en 1969 que los monos podían amplificar sus señales cerebrales para controlar una aguja moviéndose sobre un dial. El investigador del Centro de Ingeniería Neural Sensoriomotriz (CSNE) llegó a esta conclusión, sorprendentemente, antes de que existieran los ordenadores personales.

Actualmente, las principales investigaciones sobre inteligencia artificial se están centrando en mejorar la calidad de vida de personas con parálisis o con discapacidades motrices graves. Entre los logros más destacables señalamos el de los investigadores de la Universidad de Pittsburgh, los cuales hicieron uso de señales grabadas en el interior del cerebro para controlar un brazo robótico, o el de los investigadores de Standford, quienes consiguieron extraer intenciones motrices de las señales cerebrales de pacientes con parálisis.

Acompañando estos avances tecnológicos de interfaz entre cerebro y ordenador (BCI) han ido emergiendo otros proyectos igualmente interesantes, como la creación de versiones comerciales muy incipientes de ojos biónicos para personas con deficiencias visuales graves o la cada vez más popular implantación de dispositivos cocleares ideados para la mejora de la audición.

Según un artículo de El País, las BCI más complejas son bidireccionales (BBCI) y son capaces tanto de registrar señales del sistema nervioso como de generarlas en el mismo. Actualmente ya se ha demostrado que gracias a las BBCI se pueden reforzar las conexiones entre dos regiones cerebrales o entre el cerebro y la médula espinal, redireccionando la información en torno a una zona lesionada para volver a mover un miembro paralizado.

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El principal problema de esta tecnología de interfaz entre cerebro y ordenador es la necesidad de implantar electrodos quirúrgicamente, opción que no suele ser del agrado de los consumidores. Sin embargo, no todas las BCI son invasivas, algunas de ellas no requieren cirugía y suelen basarse en registros eléctricos (EEG) tomados en el cuero cabelludo. Estos dispositivos se han empleado para controlar cursores, sillas de ruedas, brazos robóticos, drones y androides.

Ahora bien, el uso de estos sitemas en laboratorio, entorno en el que suelen probarse los dispositivos, no recoge los mismos problemas que un entorno real, donde se ha comprobado la dificultad añadida que conlleva un uso práctico. Sea como sea, el hecho es que cada vez estamos más cerca de encontrar estas interfaces entre cerebro y ordenador dentro de los artículos de consumo indispensable más buscados del mercado. El futuro de la inteligencia artificial dibujado en películas como Blade Runner o Ex Machina parece llamar a nuestra puerta.

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