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Crear filetes de la nada transformando el CO2 del aire es lo que propone Air Protein

Carne

Getty Images

Lisa Dysen y John Reed unieron su esfuerzos en un objetivo común: ayudar a frenar el cambio climático, y la forma era utilizar una investigación olvidada de la NASA de 1967 para poder alcanzar Marte sin pasar hambre por el camino. 

La agricultura es responsable de una cuarta parte de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero, es decir, más que todo el sector del transporte en el mundo. Y la industria cárnica es la que más emisiones produce.

Pese  a ello y a los intentos de los vegetarianos y veganos, en el mundo se sigue consumiendo enormes cantidades de carne. El consumo mundial de carne ronda los 350 millones de toneladas anuales y va en aumento.

Se calcula que en 2050 la población mundial alcanzará los 10.000 millones de personas, lo que significa que debemos encontrar proteínas alternativas para alimentar a todas esas bocas adicionales o terminaremos por destruir nuestro ecosistema (ya muy dañado).

Y para esto Lisa Dysen, física, y John Reed, científico de materiales unieron su esfuerzos en un objetivo común: ayudar a frenar el cambio climático, y la forma era utilizar una investigación olvidada de la NASA de 1967. 

Este documento exploraba formas de alimentar a los astronautas en un largo viaje espacial, donde habría pocos recursos. Una de las ideas era combinar microbios con el dióxido de carbono que los astronautas exhalaban para fabricar alimentos.

Como el programa espacial nunca llegó a Marte, la idea no se concretó del todo. Dyson y Reed decidieron tomar el concepto y llevarlo a cabo. En 2008, este concepto de hace décadas inspiró a Dyson y Reid a fundar Kiverdi, su primera empresa.

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Y ya en 2019, crearon Air Protein, una startup con sede en California cuyo objetivo es fabricar carne a partir del aire. La empresa toma el dióxido de carbono y lo transforma en un jugoso bistec o en un delicado filete de salmón.

El proceso es similar al de la elaboración del yogur, que se basa en cultivos vivos. Air Protein cultiva microbios hidrogenotróficos en tanques de fermentación y los alimenta con una mezcla de dióxido de carbono, oxígeno, minerales, agua y nitrógeno.

El resultado final es una harina rica en proteínas, que tiene un perfil de aminoácidos similar al de la proteína de la carne. Pero, la magia, es el convertir el dióxido en pechugas de pollo. "Simplemente, añadimos técnicas culinarias que le dan las diferentes texturas que busca", explica Dyson.

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El potencial climático de esta tecnología es doble. En primer lugar, el proceso en sí es negativo en cuanto a las emisiones de carbono, ya que utiliza dióxido de carbono para fabricar la proteína, y Air Protein pretende extraer el dióxido de carbono de la atmósfera mediante plantas de captura directa.

En segundo lugar, el proceso utiliza 1,5 millones de veces menos de tierra que la carne de vacuno y reduce el uso de agua 15.000 veces en comparación con la carne de vacuno.

La parte más crucial es hacer que el proceso sea competitivo en cuanto a costes con la industria cárnica, así como con otras alternativas a la carne, como la soja y la microproteína. A principios de 2021, recaudó más de 30 millones de dólares en financiación.

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