Cosas de El juego del Calamar de Netflix que no tienen ningún sentido

El nuevo fenómeno de Netflix es ‘El juego del calamar’, esta serie se basa en los principios del género “battle royale” y nos pone ante personajes que deben superar una serie de pruebas para conseguir llegar a la final.

Los juegos sádicos, las muertes y una crítica social marcada desde el primer capítulo ha hecho que los espectadores queden prendados de sus pantallas durante cada episodio. Pero la serie, lógicamente, no es perfecta y de eso vamos a hablar.

Un secreto a voces

Lo primero que nos viene a la cabeza es una pregunta que puede romper la magia de la serie. ¿Cómo es posible que sea un secreto? A lo largo de los capítulos nos encontramos con que supuestamente todo se lleva con el máximo hermetismo.

Sin embargo, teniendo en cuenta la cantidad de factores a tener en cuenta: número de participantes, personas involucradas, ganadores y, sobre todo, localización a nivel de construcción de las pruebas. No consiguen vender el secreto demasiado bien.

Las reglas se rompen constantemente

La premisa es que todos los concursantes tengan la misma ventaja, pero esto no se cumple a lo largo de la serie. Muchos participantes consiguen llevar armas a la isla y, además, no son penalizados a la hora de utilizarlas.

Lo cierto es que tiene poco sentido a nivel narrativo, aunque gana sentido si lo miramos a nivel de discurso y crítica que tiene la serie en cuanto al capitalismo. Puede que la intención haya sido esta y la manera de reflejarla no fuese la correcta.

El premio no se toca

Este último está destinado a aquellas personas que hayan visto las serie completa, así que si todavía os faltan algunos capítulos os recomendamos encarecidamente terminarla y luego volver a este texto para saber si estáis de acuerdo o no.

Gi-hun al principio de la serie accede a participar porque se encuentra endeudado y, además, no puede pagar el sistema médico que mantiene a su madre con vida. Tras ganar el juego lo vemos un año después, no ha tocado el dinero del premio.

Al no haber tocado el dinero del premio se da por hecho que los problemas que hicieron que accediese a jugar han dejado de tener tal importancia para él. Vamos, que no termina de tener sentido el haber participado por unos motivos y luego olvidarlos sin más.