La mitad de los dueños de wereables no lo usa, 1/3 lo vende

Buceando por eBay encontramos: Samsung Galaxy Gear nuevo, sin abrir, por 130 euros. Un dispositivo de la familia de los wearables que, en el mes de septiembre cuando fue presentado a bombo y platillo en la pasada edición de IFA Berlín, costaba la friolera 299 euros.
Y no se trata de un caso puntual, en otras páginas de productos de segunda mano españolas podemos encontrar unidades desde 150 euros, y el precio actual en tienda es de unos 200 euros, un tercio menos de su precio original.

Otras ejemplo de wearables que han visto reducida su cotización son las pulseras de rendimiento deportivo. Una Fitbit Flex puede conseguirse por menos de la mitad de su precio original, al igual que ocurre con modelos como la Fuelband de Nike o Jawbone.

Y es que las estadísticas son claras. Por ejemplo, en Estados Unidos, un tercio de los consumidores que han sido dueños de un producto portátil dejó de usarlo dentro de los seis meses siguiente a su compra. Mientras, uno de cada 10 adultos poseen algún tipo de dispositivo de monitorización, aunque la mitad de ellos ya no lo utilizan.
El caso del Samsung Galaxy Gear es claro, fue adquirido por un precio más económico cuando el propietario compró un Galaxy Note 3, lo que hizo que resultase más atractivo. Semanas después, el comprador se ha dado cuenta de que es muy poco útil y que, además, es bastante feo y aparatoso. Para postre, pocos meses después se decepcionó cuando fue reemplazado por una nueva la versión en el pasado Mobile World Congress.

Los seguidores del fitness y running estaban llamados a encabezar la región de seguidores dispuestos a portar dispositivos wearables, concretamente los medidores de rendimiento deportivo. Aunque todo indica que, pese a lo que pueda parecer, este tipo de dispositivos no está recibiendo el nivel de aceptación esperado.
Las mejores pulseras para medir el rendimiento deportivo
La imprecisión de los resultados –se pueden ‘trucar’ simplemente agitando el brazo–, la incomodidad de algunos modelos o la autonomía de la batería, pueden ser algunos de los motivos del fracaso de estos gadgets.
Pero su principal problema se encuentra en que no evitan el tener que llevar el Smartphone –el 41% de las personas que corren de forma habitual lo hacen con él encima–, ni aportan ningún extra que, al menos por ahora, no pueda realizarse con el acelerómetro del Smartphone y una app específica –incluso modelos como el iPhone 5S disponen de procesadores dedicados para estas tareas más precisos que cualquier pulsera de rendimiento–.

Entonces, ¿cuál es el problema con smartwatches y medidores de rendimiento? ¿es demasiado pronto para los wearables? ¿una moda pasajera? ¿desconocimiento de lo que se está comprado? Y tú ¿qué opinas?
Fuente: The Guardian
Descubre más sobre Iván Muñoz, autor/a de este artículo.
Conoce cómo trabajamos en Computerhoy.