La idea es tremendamente sencilla en su concepción pero muy, muy elaborada en su desarrollo. Cada día comenzaría situándose ante el scanner de cuerpo completo que analizaría nuestra figura y a continuación nos ofrecería una selección de prendas que, con un poco de suerte y algo de realidad aumentada, veríamos colocadas sobre nuestro cuerpo en la pantalla del dispositivo. 

Una vez que escogiésemos el diseño y el color, comenzaría el trabajo de la impresora 3D. Fibra a fibra generaría cada una de las prendas que utilizaríamos ese día. Al final de la jornada, la ropa se reciclaría dentro de Zero Waste, convirtiéndose en material con el que poder fabricar el conjunto del día siguiente. 

Y ya que lo hacemos con la ropa, ¿por qué no imprimir la comida también?

Todo esto implicaría un ahorro en la producción de residuos tan enorme que reestructuraría por completo la industria de la ropa tal y cómo la conocemos. Por suerte o por desgracia, es uno de esos proyectos a muy largo plazo. 

Aún quedan muchos problemas técnicos por solucionar, como el lavado del tejido con el que se imprimirían las prendas, y el hecho de que el tamaño del Zero Waste, hoy por hoy, lo haría ser todo menos práctico. 

En cualquier caso, cabe esperar que esta tecnología comience siendo absurdamente cara, y que con el paso del tiempo se vaya normalizando su uso. Es la única forma de que a la industria le de tiempo a cambiar y adaptarse, por mucho que indudablemente se tratase de un avance. 

[Fotografías: tech.feng.com]