Lo bueno, si además es gratis... doblemente sospechoso
Tomas Gonzalez

Si mi abuela, sagaz y sensata, hubiera conocido a Google en sus tiempos, sus actividades le hubieran escamado mucho. “Que qué dices que te regalan?”. Una cuenta de correo, abuela. Y calendario. Y mapas de todo el mundo. Y buscan las cosas por ti. También te regalan un espacio chiquito para guardar tus trastos virtuales, otro para tus fotos, videollamadas con tus amigos, te traducen los textos... y todo gratis, abuela, créame. “Tú lo que eres es un pardillo”, hubiera sentenciado ella, negando con su cabeza, del todo escéptica.
La teoría dice que Google vive de la publicidad, principalmente. AdSense, Google Ads... y, sobre todo, AdWords, esos que destacan por chivatos y acusicas. Todos los conocemos, esa columnita a la derecha con anuncios relacionados con nuestras búsquedas y ese destacado en la parte superior que, pese a ser poco intrusivos en su forma, son impertinentes en su contenido. Porque son eficaces, los malditos.
Google Adwords son unos anuncios de lo más chivato y acusica
Google, como diría mi abuela en sus sapientísimas conclusiones, “no da puntada sin hilo”. Busca por ti, sí, pero a cambio monitoriza tus búsquedas, se queda con tus hábitos, tu localización, tus gustos, tus procesos digestivos... todo. Y te lo devuelve en forma de anuncios que, con un porcentaje alarmante, dan en la diana.
Esto tiene el agravante, además, que días después tecleas inocentemente “rock and roll” en tu buscador teniendo a un amigo al lado y Google AdWordste lista una serie de intereses vergonzantes que ha relacionado repentinamente con quién sabe qué otras búsquedas que realizaste a escondidas en una noche de debilidades. “Esto... Tomás, ¿por qué estábamos buscando rock and roll y AdWords te sugiere el disco Zarzuelas Inmortales? Debe ser un fallo, le digo sonrojado a mi amigo Luis mientras le propino unos fuertes cachetones a la CPU del ordenador para hacer ver que algo no está funcionando bien.
Pero volvamos a su modelo de negocio. Me imagino a mi abuela, sagaz y sensata, sorprendida ante las fotografías que yo le hubiera puesto en pantalla de la sede californiana de la compañía: “¿Quién paga el alquiler de todo esto, el tal Sr. Google?” interrogaría ella. No sé, abuela, supongo que con los beneficios, defendería encogiéndome de hombros. “¿Pero qué beneficios si te lo regalan todo, Tomi?.” Puessssss... es que ponen anuncios pequeñitos en los servicios que nos dan, y por esos sí ganan dinero. “Esos señores tienen muchos metros y con esos grandes ventanales... ¿para qué tanta gente, para poner anuncios?
Eso no se paga fácil, insistiría ella.” Y yo ya no sabría explicarle. El modelo de negocio de Google brilla tanto que inevitablemente pienso que, en lugar de oro, tal vez esté recubierto por una gruesa capa de purpurina. Intento alejar ese pensamiento oscuro y en estas oigo a mi abuela, concluyendo: “Tú lo que eres es un pardillo”.
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