La Antártida todavía libera cloro radiactivo por las pruebas nucleares de los años 50
Una investigación publicada en Journal of Geophysical Research: Atmospheres de la Unión Geofísica Americana (AGU) revela que algunos glaciares de la Antártida todavía están liberando cloro-36 radiactivo procedente de las pruebas de armas nucleares marinas que se llevaron a cabo en la década de 1950. Este hallazgo sugiere que las capas de hielo antártico almacenan y ventilan este elemento radiactivo de una forma distinta a como se creía hasta el momento.
El cloro-36 se puede producir de dos maneras: de forma natural o como reacción ante las detonaciones nucleares. La generación natural tiene lugar cuando el gas argón reacciona con los rayos cósmicos en la atmósfera de la Tierra. Los científicos lo utilizan para datar los núcleos de hielo, junto con el berilio-10.
En el nuevo estudio, los investigadores examinaron las emisiones de cloro-36 en diferentes partes de la Antártida, con el objetivo de entender cómo se comporta el isótopo en zonas donde hay grandes nevadas anuales y en zonas donde las nevadas son más escasas. Al tomar muestras del hielo, los científicos se dieron cuenta de que la concentración superaba con creces a la esperada, por lo que no puede tratarse de acumulación natural.
El cloro-36 se produjo de manera artificial en las décadas de 1950 y 1960, cuando Estados Unidos realizó pruebas de armamento nuclear en el Océano Pacífico. Al detonar las bombas nucleares, los neutrones reaccionan con el cloro presente en el agua del mar, dando lugar a altas concentraciones de cloro-36. El isótopo radiactivo llegó a la estratosfera y viajó por todo el mundo, llegando también a la Antártida.
No obstante, si bien otros isótopos producidos por las pruebas nucleares marinas han vuelto a los niveles previos a la bomba en los últimos años, la nueva investigación revela que no ha sido así con el cloro-36 en la Antártida. El isótopo se depositó en el hielo, permaneciendo allí almacenado.
Los resultados de las mediciones muestran que algunas capas de hielo han estado liberando cloro-36, y este es el motivo por el que se han encontrado niveles tan elevados en algunas muestras de hielo. No obstante, los investigadores señalan que no hay nada que temer, ya que la cantidad radiactiva es demasiado pequeña para tener un efecto en el medio ambiente.
Lo importante de este hallazgo es que está ayudando a los científicos a comprender mejor la acumulación del cloro-36, lo que permitirá optimizar la datación del hielo y conocer mejor cuál ha sido la evolución climática de la Tierra.
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