¿Pueden las radiaciones de un teléfono móvil causar daños en la memoria a los niños?
Alberto Iglesias Fraga

Existe muchísima leyenda urbana en torno a los supuestos efectos de la radiación de nuestros teléfonos móviles sobre el cuerpo humano. Y, hasta ahora, la mayoría de ellos han sido descalificados y demostrados, por la ciencia, como meros cuentos populares.
Pero las sospechas no cesan al respecto, con lo que ya existen varios organismos a escala internacional que miden la radiación que emiten nuestros terminales, certificando únicamente aquellos con una tasa de absorción específica de menos de 0,60 vatios por kilogramo (como ocurre en el caso del certificado Blue Angel (Der Blaue Engel).
Para echar más leña al fuego, una nueva investigación del Instituto Suizo de Salud Tropical y Pública (Swiss TPH) sugiere que la radiación de los teléfonos inteligentes está impactando negativamente en la memoria de los adolescentes, fomentando las pérdidas de memoria a corto plazo. En concreto, los científicos estiman que un año de radiación podría ser suficiente para dañar la parte del cerebro que interpreta imágenes y formas.
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La causa estaría en la exposición prolongada a la radiación de campos electromagnéticos de radiofrecuencia (RF-EMF), especialmente si ésta se realiza en torno a la cabeza. Lo irónico es que los investigadores admiten que “se han realizado varios estudios para identificar los posibles efectos en la salud relacionados con RF-EMF, aunque los resultados no han sido concluyentes“… pese a lo cual defienden los posibles efectos negativos de las mismas sobre la memoria en concreto.
De hecho, el Swiss TPH (cuyo paper está disponible aquí) reconoce que actividades como enviar textos, jugar juegos o navegar por Internet no están asociadas con la pérdida de memoria, ya que solo emiten “una exposición marginal a RF-EMF” y, por lo tanto, no afectan al rendimiento de nuestras capacidades cognitivas.
Por lo tanto, estaríamos hablando únicamente de un cierto riesgo a la hora de realizar o recibir llamadas, que es cuando más emisiones se producen y, además, éstas se localizan más cerca del cerebro. Los autores destacan, además, el particular peligro “cuando la calidad de la red es baja y el teléfono móvil funciona a máxima potencia”.
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