Hoy día tener mascota en el hogar es lo más normal del mundo, sea teniendo un perro, un gato, o incluso otros animales de compañía menos comunes como los micro cerdos. Pero durante siglos se ha demostrado que esa afección por tener mascota parece venir de nuestros antepasados.

Aproximadamente la mitad de los hogares tienen algún tipo de mascota, aunque prácticamente se las dividen entre perros y gatos. Aunque las mascotas cuestan tiempo y mucho dinero, parecen aportar algo a las familias tanto como para querer sacrificar parte de su sueldo en cuidar a estos simpáticos animales.

No obstante, durante la crisis financiera de 2008, el gasto en mascotas prácticamente no se vio afectado, lo que viene a demostrar que para muchas familias alimentar a una mascota es tan importante como alimentar a un hijo. Se podría decir que tener mascota no es un lujo, y que ya es parte integral de la familia.

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¿Por qué hay gente muy interesada en mascotas y otras prácticamente no las pueden ver? Puede que ese deseo de compañía de animales no sea nuevo, y se remonta a decenas de miles de años en el tiempo con un papel muy importante en la evolución.

Aunque hay ciertos estudios que señalan que tener mascota puede afectar de manera positiva al bienestar de salud del propietario, parece que no es así el caso. Distintos estudios han estado demostrando en el tiempo que tener mascota no afecta a nuestra salud, ni de manera positiva ni negativa.

Se podría pensar que ese impulso de traer animales a nuestro hogar puede ser una característica universal de la naturaleza humana, pero no todas las sociedades culturales han tenido esta tradición de mantenimiento de mascotas. El hábito de tener mascotas se suele dar más a menudo en las familias, no solo por el impulso de los niños de querer tener a uno de estos animales, sino que también parece ampararse en genética evolutiva y comunidad.

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Parece ser que esos genes que impulsan el mantenimiento de mascotas no es algo universal, lo que sugiere que algunas sociedades en el pasado ha prosperado en base a una relación instintiva con los animales que les rodeaban. Estudios recientes han demostrado que el afecto por las mascotas va de la mano por la preocupación por el mundo natural que nos rodea. Y es que parece que nuestra naturaleza humana necesita esa reconexión con el mundo natural del que se procede.