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Por qué en Singapur está prohibido vender chicles, con multas de 2.000 euros y penas de cárcel a los importadores

Por qué en Singapur está prohibido vender chicles, con multas de hasta 2.000 euros y penas de cárcel a los importadores

Desde el punto de vista de la ley, en Singapur los chicles están al mismo nivel que la marihuana o la cocaína en España. Se pueden consumir, pero no vender. ¿Cuál es la razón?

Una actividad tan básica como masticar chicle parece inocente y agradable. Es una alternativa al tabaco, a mucha gente le relaja, y no son adictivos ni malos para la salud. Entonces, ¿por qué está prohibido vender chicles en Singapur desde 1992?

En este país asiático es muy raro ver a la población nativa masticando goma de mascar. Se considera mal visto.

El consumo no está prohibido pero sí la venta, con multas de hasta 2.000 euros. Tambiénla importación, que puede acarrear incluso penas de cárcel.

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Los turistas pueden traer sus propios chicles, pero solo unos pocos paquetes para consumo personal. Si les pillan vendiéndoselos a los singapurenses, tendrán que pagar la mencionada multa.

¿Por qué están prohibidos los chicles en Singapur? La razón es sencilla: el vandalismo.

El ex-primer ministro Lee Kuan Yew cuenta en sus memorias que en 1983 el Ministro para el Desarrollo Nacional le propuso prohibir los chicles por los problemas que originaban en el mobiliario público.

Los vándalos los metían en los buzones, los pegaban en cerraduras, en los botones de los ascensores, en los asientos del transporte público, en la acera, etc., ocasionando numerosos gastos al estado para eliminarlos.

Lee Kuan Yew no aceptó la prohibición, al considerarla "demasiado drástica".

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En 1987, Singapur puso en marcha una costosa línea de metro que costó 5.000 millones de dólares, para comunicar rápidamente toda la ciudad-estado.

Cuenta la leyenda que cuando el Primer Ministro que había entonces, acudió a inaugurar el primer tren, no se puso en marcha porque alguien había pegado el botón de encendido con chicle...

No está claro que esto sea cierto, pero lo que sí es verdad es que el nuevo sistema de transporte sufrió retrasos y otros problemas por culpa de la goma de mascar pegada en los sensores automáticos que abrían las puertas de los vagones, impidiendo que funcionasen.

Así que el 1992, el Primer Ministro Goh Chok Tong promulgó una ley para prohibir la venta de chicles.

Al principio la población se lo tomó mal, pero las prohibiciones en Singapur son tan numerosas, que la consideraban una más.

Allí, por ejemplo, la ley obliga a tirar de la cadena en los servicios públicos. En 1994, fue noticia el adolescente norteamericano Michael Fay, condenado a ser azotado por pintar un grafitti en una pared.

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Los aficionados a consumir chicle se acostumbraron a viajar hasta la ciudad vecina de Johor Bahru, en Malasia, para comprar chicles para consumo personal.

En 2004, tras una dura negociación con Estados Unidos, el gobierno de Singapur permitió la venta de chicles medicinales para dejar de fumar o para tratar la ansiedad y otras enfermedades, así como los chicles sin azúcar.

Pero solo a la venta en farmacias con receta médica, y con la obligación de los médicos de apuntar los nombres de los pacientes que consumen goma de mascar.

Con el paso de los años, los singapurenses se han acostumbrado a vivir sin chicles. Algunos incluso lo agradecen, porque ya no hay cerraduras atascadas, chicles pegajosos en la acera o los asientos, ni en sus buzones.

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