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La temperatura para lograr una ducha perfecta

Andrea Núñez-Torrón Stock

Ducha
Depositphotos

Una ducha caliente se trata de un placer cotidiano fabuloso, pero no debes pasarte con la temperatura. Estar bajo el agua en esas condiciones reseca tu piel y le resta aceites naturales. También perjudica a tu cabello, haciéndolo más seco, quebradizo y frágil. Incluso, a temperaturas muy altas pueden aparecer erupciones, empeorar eccemas y desencadenar procesos inflamatorios. Si te tiñes el pelo, tu color se desvanecerá más rápido.

Aunque la idea no te entusiasme, y mucho menos durante el otoño y el invierno, las duchas frías son la opción más saludable para tu organismo, según indican los estudios dermatológicos. Las duchas frías fortalecen las fibras contráctiles alrededor de los poros, músculos y pelos, lo que mejora la firmeza de la piel.

Cerrar los poros ayuda a evitar que la contaminación penetre en la piel, al menos temporalmente, hace más fuertes las arteriolas y las venas de la piel para mejorar la capacidad de los vasos sanguíneos de contraerse y dilatarse. De esta manera, la piel puede responder mejor a las lesiones.

Los beneficios de las duchas frías son numerosos, pero está claro que pocos están dispuestos a tal sacrificio. La fórmula óptima es apostar por una ducha tibia y terminar con un enjuague frío durante los últimos segundos para cosechar las recompensas del agua fría, así como cerrar las cutículas del cabello. La temperatura templada ideal se sitúa alrededor de los 30 grados: entre 25 y 30 oscilan las recomendaciones de los expertos.

Eso sí, una ducha caliente una o dos horas antes de acostarte te ayudará a dormirte antes y mejorar la calidad de tu sueño.

Este artículo fue publicado en TICbeat por Andrea Núñez-Torrón Stock.

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