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El que vale, vale. Y el que no, para analista

Tomas Gonzalez

¿Cómo justifica su vida un analista?
Vaya desde aquí mi respeto hacia los analistas: esos especialistas en compartir obviedades disfrazadas de revelaciones de capital importancia, que anuncian sin que les entre la risa. ¡Malditos caraduras, yo os admiro!

Mi madre me lo decía siempre muy clarito cada vez que yo, en mi inocencia, aventuraba que de mayor quería ser rentista: “Tomuchín, hijo... debemos ponernos en lo peor. Tal vez no tengas el brillante intelecto de tu padre, ni la vasta cultura de tu tío Juan Miguel, ni el increíble olfato para los negocios de tu hermana o el talento para la estafa de tu primo Paco. Pero no desesperes, cariño: siempre podrás ser analista.”

¡Analista! imaginaba yo, fantaseando con la imagen de un amplio despacho, un sillón de cuero que rechinaba como respuesta al más mínimo de mis movimientos y un botón que pulsar para hablar con mi asistente. En mi fantasía, pulsaba ese botón y decía: “Señorita García, haga el favor de venir a tomar nota de un nuevo comunicado que voy a enviar esta misma tarde.

Se tratará de un análisis sobre la actualidad y el futuro inmediato del mundo de la tecnología, y estará repleto una vez más de obviedades, perogrulladas y conclusiones más sobadas que la masa que mete al horno mi abuela para hornear el pan”. “Será entonces un nuevo éxito”, afirmaba la avispada señorita García... ¿Quién quiere ser analista? O más bien, ¿Quién no querría serlo?

Una profesión con futuro, bien remunerada, en la que puedes crear gabinetes con nombres rimbombantes en forma de dúo artístico como “Bernacci & Louriño” o “Cariñena & Fuenteplatea”... ¡Pero si hasta puedes llevar traje! Son todo ventajas. Lo único que se te pide es que te leas los periódicos con regularidad –aquí te ofrezco un tip: suscríbete a las alertas de Google y no necesitarás leer prácticamente nada– y que extraigas de ellos los temas más comentados. Aplícales una pincelada de futuro y devuélvelos al albero en forma de dogmas y revelaciones. Felicidades. Ya eres todo un analista. No importa si es evidente, no pasa nada si hasta los niños lo saben.

Si no lo ves claro, aquí mismo te regalo un par de epifanías para que pruebes a extenderlas por aquí y por allá. Te sorprenderá ver que, no sólo algunos medios de comunicación las publican, sino que les añadirán una inexplicable pátina de noticia trascendente. Por ejemplo: “La cámara fotográfica de los dispositivos móviles cobrará cada vez mayor importancia para el usuario”. Y esta otra es muy buena: “Las nuevas televisiones se convertirán en el centro de entretenimiento del hogar para toda la familia ”.

Claro que, si ya tienes claro que serás analista, puede que te des cuenta de que llegas un poco tarde. Esto ya está infestado de gurús y lumbreras que auguran sin sonrojo tendencias que llevan dos o tres años instaladas en más lo alto. Pero siempre podrás destacar especializándote en un subgénero, el de los rumores. Total, no hace falta que se cumplan. O tira de lo seguro: “algunas fuentes apuntan a que Apple podría lanzar un nuevo iPhone”. Sin fecha. Sin datos. Sin fuentes. Pero funciona.

Los analistas de rumores deberían tener una sección propia en los programas del corazón. Imaginemos a un Jorge Javier Vázquez, sobrio, moderando un debate en el que confluyen declaraciones de Kiko Rivera con sorprendentes apuntes de cómo será el iPhone 6. “Eso es mentira”, acusaría un colaborador cualquiera de la terna desgañitándose, mientras que otra se levantaría y, tras lanzar la melenita hacia atrás y buscar la cámara de las confesiones relevantes, diría: “Lo que pasa es que tú eres un sinvergüenza y siempre te han tirado más los Galaxy”.

En fin, ahí dejo mi consejo. A mi no me hace falta, encontré mi lugar en el mercado laboral pese a carecer de las capacidades y talentos que en mi familia sobraban. Pero tú, anímate... ¿has pensado en hacerte analista?

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