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Estos son los primeros robots vivos, creados a través de células de rana

xenobots, robots

El mundo de la robótica no es sólo tuercas y metales, existen otras muchas máquinas que se están desarrollando más cercanas a la naturaleza como la nuestra o de otros animales. Son los conocidos Biobots, pero hasta ahora no se habían creado robots vivos como estos. 

En un proyecto conjunto entre las universidades estadounidenses de Vermont y de Tufts, los investigadores han dado con la forma de utilizar las células de una especie concreta de ranas para dar forma a unos robots, denominados xenobots. 

Los Biobots son un tipo de máquina inspirada en la naturaleza para así cumplir mejor con su función. Pueden tener simplemente forma de animal y ser de metal o pueden estar construidos con materiales blancos y naturales como los animales. Estos últimos son especialmente diseñados para, por ejemplo, trabajar en medicina. 

Los xenobots abren así la puerta a todo un mundo de robots vivos que sirvan para suministrar medicamentos, limpiar residuos tóxicos o, incluso, recoger microplásticos en el océano. Pero para ser creados han pasado por un largo proceso de experimentación. 

El grupo de investigadores de Vermont se encargó en primer lugar de analizar las millones de posibilidades que existían y la tasa de éxito de cada una con un superordenador, hasta dar con la fórmula perfecta para conseguir diseñar estos microorganismos. Después, desde Tufts, se procedió a dar vida a los xenobots con las indicaciones resultantes del trabajo del superordenador.

Los biólogos de Tufts recolectaron células madre de los embriones de ranas africanas, en concreto de la especie “Xenopus laevis”(por eso los llamaron xenobots), para más tarde, separar las células individuales y dejar que incubaran. Usaron tanto las las células de la piel como del músculo cardíaco, cortándolas y uniéndolas en un microscopio. 

Las células de la piel formaron un robot más pasivo, mientras que las del músculo consiguieron trabajar de una forma más efectiva  respondiendo a patrones espontáneos de auto-organización, permitiendo que los robots se movieran por su cuenta.

No sólo son autónomos, sino que también son biodegradables. Una vez han terminado la tarea para la que han sido creados, tras siete días vivos se convierten en células muertas. “No son ni robots tradicionales ni una especie animal ya conocida, sino una nueva clase de artefacto, un organismo vivo y programable” han explicado desde Vermont.

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