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Siete años controlándolo todo solo con su cerebro

Interfaz cerebro-ordenador

La tecnología está para hacernos la vida más fácil. Y esta debería ser la única aproximación válida a este campo de la ciencia. Por suerte, muchas veces vemos como el esfuerzo científico va en esa dirección.

Muchas veces hemos hablado de Neuralink, la empresa de Elon Musk que introduce microchips en los cerebros para poder controlar ciertas cosas con la mente. El objetivo final es que podamos convertirnos en superhumanos, pero quedan muchos pasos aún por dar.

Y pese a que solo se hable de dicha empresa, hay decenas de intentos por parte de la comunidad que van en esa dirección: insertar chips en nuestro cerebro para controlar elementos que nos rodean... como un ordenador. Esto, para gente tetrapléjica, es todo un mundo de posibilidades.

Como cuentan en Wired, Nathan Copeland se considera un cíborg. Este hombre de 36 años ha vivido con una interfaz cerebro-ordenador durante más de siete años y tres meses. A día de hoy es el mayor tiempo que alguien ha tenido un implante de este tipo.

Implante cerebro - ordenador

Un conjunto de electrodos del tamaño de la goma de un lápiz, instalado quirúrgicamente en su corteza motora, traduce sus impulsos neuronales en órdenes que le permiten controlar dispositivos externos: un ordenador, videojuegos y un brazo robótico que mueve con sus pensamientos.

Un accidente de coche en 2004 dejó a Copeland paralizado del pecho para abajo, sin poder mover ni sentir sus extremidades. En 2014, se unió a un estudio de la Universidad de Pittsburgh para personas con grandes lesiones medulares para ver si una interfaz cerebro-ordenador, o BCI, podría devolverle parte de la funcionalidad que había perdido.

No dudó en apuntarse, a pesar de que requeriría una cirugía cerebral y de que nadie sabía cuánto tiempo seguiría funcionando el dispositivo. "Cuando empecé, me dijeron que probablemente duraría cinco años. Y esos cinco años se basaban en los datos de los monos, porque ningún humano lo había hecho antes", dice.

El hecho de que el implante de Copeland siga funcionando -y no haya causado ningún efecto secundario o complicación importante- es prometedor para este campo. Es una señal de que estos dispositivos, que llevan desarrollándose desde la década de 1960, se están acercando a la realidad comercial.

Pero aún quedan dudas sobre la durabilidad a largo plazo de las matrices implantadas, es decir, cuánto se deteriorará su rendimiento con el paso del tiempo, y si podrían mejorarse.

Copeland recibió su primera matriz en 2015 y más tarde obtuvo tres más como parte del estudio, lo que le da un total de cuatro implantes activos. Los arrays de Utah están hechos de silicona dura y se parecen un poco a la parte erizada de un cepillo de pelo.

Una matriz estándar es una rejilla cuadrada con 100 agujas diminutas, cada una de ellas de un milímetro de largo y recubierta de metal conductor.

Neuralink

Como las neuronas producen campos eléctricos cuando se comunican entre sí, los científicos pueden utilizar estas matrices para capturar y registrar la actividad de cientos de neuronas cercanas.

Para construir una interfaz cerebro-ordenador, los investigadores tienen que traducir esas señales neuronales en órdenes digitalesque permitan al usuario manejar una prótesis o un ordenador.

El sistema que utiliza Copeland, llamado BrainGate, incluye una matriz implantada, un cable que va desde un pedestal en su cabeza hasta un dispositivo externo que amplifica sus señales neuronales, y un ordenador que ejecuta un software para descodificar esas señales.

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