Los verdaderos motivos que hacen muy difícil la vida fuera del planeta Tierra

La Tierra es un planeta bastante especial. Hasta donde sabemos actualmente, es el único lugar de nuestro sistema solar que alberga vida. Y aunque la mayoría de científicos suponen que no estamos solos en el universo, de momento no sabemos de ningún otro cuerpo celeste que esté habitado.
Y esto se debe a una combinación de condiciones que hacen de la Tierra un buen lugar para la vida. Son factores muy específicos que han permitido que la vida prolifere de diferentes maneras, y se extienda por todo el planeta.
Pero fuera de nuestro planeta, el entorno no es tan acogedor. Las condiciones son muy distintas, extremas y hostiles para prácticamente todos los tipos de vida que hemos descubierto hasta ahora en la Tierra.
Por esa razón, cuando los científicos de diferentes campos buscan vida fuera de la Tierra, tratan de buscar lugares en el universo que tengan condiciones similares a las de nuestro planeta.
Básicamente, hay una serie de factores que hacen de nuestro planeta un lugar habitable. Ese equilibrio perfecto permite que la vida florezca, y que los humanos sobrevivamos sin demasiadas dificultades.
Índice de contenido
- Presencia de agua líquida
- Rangos limitados de temperatura
- La importancia de la gravedad
- El campo magnético, la defensa de nuestro planeta
Pero los mismos elementos que hacen nuestro planeta habitable pueden hacer que la vida lo tenga muy difícil fuera de la Tierra. Con tan solo unas pequeñas alteraciones, un lugar pasa de ser habitable a ser totalmente hostil para la vida.
Es algo muy relevante no solo para la búsqueda de vida fuera de la Tierra, sino también para las misiones que implican llevar a astronautas más allá de la atmósfera de nuestro planeta.
Puede que creas que todo gira en torno a encontrar agua, pero la realidad no es tan simple. Así que vamos a repasar algunos de los motivos que hacen que la vida fuera de la Tierra sea algo tan difícil.
Presencia de agua líquida
Tal y como acabamos de decir, el agua no es el único elemento necesario para que pueda existir vida más allá del planeta Tierra. Pero sin duda alguna, es uno de los elementos más importantes.
Cada vez que se busca vida fuera de la Tierra, uno de los primeros elementos que se intenta encontrar es agua. A fin de cuentas, todos los seres vivos que conocemos necesitan agua para sobrevivir.
Y no solo es un elemento clave para la supervivencia, sino que además es esencial para el origen de la vida. Gracias al estudio de nuestro planeta, sabemos que las primeras formas de vida surgieron en el agua.

Diversos microorganismos poblaban los océanos hace millones de años. Gracias al agua, pudieron desarrollarse, evolucionar, y convertirse progresivamente en las diversas formas de vida que conocemos actualmente.
Así que sin agua, en nuestro planeta la vida no existiría. Es literalmente el caldo de cultivo del cual surge la biodiversidad en la Tierra. Por lo que debemos suponer que en otros lugares del universo también debe estar presente para que pueda existir vida.
El problema es que no es suficiente con encontrar agua. Para ser exactos, es necesario que sea agua líquida, ya que es precisamente lo que permite el desarrollo de vida y la supervivencia de seres vivos.
La presencia de hielo formado por agua es relativamente común en otros lugares del universo. Hemos encontrado agua helada incluso en otros cuerpos celestes de nuestro sistema solar, como por ejemplo en los polos de Marte.
El agua helada puede servirnos como testimonio de la historia geológica de ese planeta. Y con algo de suerte, puede preservar restos de microorganismos de hace millones de años, si es que los ha habido en algún momento en el planeta.
Pero como tal, el hielo no puede mantener vivos a microorganismos u otros seres vivos más complejos. La vida necesita ciertas cantidades de agua líquida, aun si está bajo capas de hielo u oculta en regiones subterráneas.
Por supuesto, para que haya agua líquida también tienen que darse ciertas condiciones específicas. Por ejemplo, que la temperatura se mantenga en un rango concreto, para evitar así que el agua pase a estado sólido o gaseoso.
Y no es algo habitual. De hecho aunque sí tenemos datos de hielo y nubes de H2O fuera de la Tierra, nunca hemos encontrado agua líquida en otros lugares del universo, ni siquiera en nuestro sistema solar.
Rangos limitados de temperatura
A la hora de buscar vida en el universo y de valorar la habilidad de un planeta o satélite, uno de los primeros factores que se tienen en cuenta es la temperatura. No solo es importante de manera individual, sino que además puede alterar otros factores relevantes para la habitabilidad.
Por ejemplo, como ya mencionábamos, para que sea posible la vida es necesaria la presencia de agua líquida. Y algo que hace esto posible es que la temperatura esté dentro de un rango concreto.
No tiene ningún misterio, ya que es algo que aprendimos todos en el colegio: demasiado frío y todo el agua acaba convirtiéndose en hielo; demasiado calor y acabará evaporada, mezclándose con el resto de gases de la atmósfera.
Si usamos como ejemplo los planetas de nuestro sistema solar, es sencillo hacerse a la idea. Mercurio, el planeta más cercano al Sol, alcanza temperaturas de más de 400ºC en las horas de día. Lógicamente en estas condiciones no hay rastro de agua líquida.
Y en el extremo opuesto del sistema solar tenemos a Neptuno. Describirlo como una esfera helada casi parece poco, porque este planeta llega a alcanzar los -200ºC de media. Así que incluso si hubiera agua en ese planeta, estaría totalmente congelada.
Es decir, la temperatura puede hacer que algunos elementos esenciales para la vida, como es el caso del agua, dejen de ser aptos para albergar vida alguna. Por este motivo, la temperatura hace fácil descartar la existencia de vida en muchos planetas y satélites.
No obstante, la temperatura no solo es relevante para la presencia de agua. Hay un hecho muy simple: las temperaturas extremas no es algo que la mayoría de seres vivos sean capaces de soportar con facilidad.
Si usamos a los humanos de ejemplo, basta con mirar a nuestro alrededor para entenderlo. En verano muchos países como España crean alertas por temperaturas altas y olas de calor, ya que el calor excesivo es capaz de cobrarse vidas.
Y lo mismo ocurre con el frío. Los humanos podemos protegernos de él con la ayuda de ropa y calefacción, pero ciertas temperaturas pueden causar problemas como la hipotermia y llevar incluso a la muerte.
Así que para que los humanos y otros seres vivos podamos sobrevivir, e incluso para que pueda surgir la vida, las temperaturas no pueden ser demasiado altas o demasiado bajas. Deben de mantenerse dentro de unos límites concretos.
La importancia de la gravedad
La fuerza de la gravedad es algo esencial en todo el universo. Es lo que nos mantiene anclados a la superficie de la Tierra, lo que hace que los planetas orbiten alrededor del Sol, y lo que mantiene el universo en movimiento perpetuo.
No solo eso, sino que la gravedad es una de las principales responsables de la formación de los cuerpos celestes. Sin gravedad, el universo no existiría tal y como lo conocemos actualmente.
Pero la gravedad no es constante, varía enormemente en diferentes lugares del universo. Y toda la vida que ha surgido en la Tierra está habituada a una fuerza de la gravedad de aproximadamente 9,8m/s².

Para que te hagas una idea de lo mucho que varía la fuerza de la gravedad de un cuerpo celeste a otro, la gravedad de la Luna es de 1,6m/s². Y la de Marte es de aproximadamente 3,7m/s².
Y estas diferencias de gravedad afectan drásticamente a la habitabilidad de cualquier lugar en el espacio. La gravedad es esencial para muchas cosas, como por ejemplo para que un planeta o satélite pueda retener su atmósfera.
Lógicamente, un lugar sin atmósfera no es precisamente habitable. Los lugares en los que la fuerza de la gravedad es demasiado débil, como la Luna, acaban perdiendo su atmósfera por completo.
Pero además, el hecho de que los seres vivos que habitamos la Tierra estemos habituados a una fuerza de la gravedad concreta también tiene sus consecuencias. Es algo que se ha visto de modo muy obvio gracias a las misiones espaciales.
En entornos de microgravedad, el cuerpo humano se ve afectado de diferentes maneras. Uno de los efectos más obvios es la pérdida de masa ósea y muscular, pero también hay consecuencias en nuestro sistema inmunológico, e incluso a nivel celular.
En base a lo que sabemos hasta ahora, la gravedad parece ser un requisito para la vida. Diferentes experimentos han demostrado que las plantas no consiguen absorber nutrientes con la misma eficiencia en entornos de microgravedad.
Y aunque no se dispone de gran cantidad de datos al respecto, también hemos comprobado que los animales se ven afectados por la escasez de gravedad. Por ejemplo, los embriones no se desarrollan adecuadamente en microgravedad.
No obstante, la gravedad débil no es el único problema. El exceso de gravedad también tiene efectos muy negativos. Con suficiente gravedad el cuerpo humano acabaría aplastado, y no podríamos siquiera movernos.
Es decir, en el equilibrio está la clave. Si existe vida fuera de la Tierra quizá esté habituada a condiciones gravitatorias muy diferentes a las que nosotros podemos soportar. Pero en lo que respecta a la vida terrestre, hay unos límites claros.

Esto se convierte en una preocupación en cuanto nos planteamos la posibilidad de llevar astronautas a otros planetas, o incluso establecer colonias más allá de la Tierra, como por ejemplo, en Marte.
Todos los humanos y demás seres vivos que se mudasen al planeta rojo tendrían que afrontar la vida con una gravedad muy inferior a la de la Tierra. Y es algo que sin duda alguna se lo pondría muy difícil para residir fuera de nuestro planeta de manera permanente.
El campo magnético, la defensa de nuestro planeta
Uno de los motivos más importantes para la supervivencia en la Tierra, y también uno de los más olvidados, es el campo magnético. Por su nombre, podría parecer que solo se encarga de que las brújulas funcionen correctamente, pero tiene una labor mucho más relevante.
Para ser exactos, el campo magnético de la Tierra nos protege de todo tipo de radiación, por ejemplo, las partículas solares más dañinas que aumentan drásticamente el riesgo de diferentes tipos de cáncer.
El campo magnético de la Tierra también permite proteger nuestra atmósfera y la capa de ozono del viento solar. Hay planetas como Venus que han perdido su campo magnético y aun así retienen su atmósfera.
Pero otros como Marte han sufrido graves consecuencias al perder su campo magnético. El viento solar barrió casi por completo la atmósfera marciana debido a la desaparición de esta barrera de protección.
No queda muy claro hasta qué punto podría dañar a la vida en la Tierra la desaparición del campo magnético. Probablemente no tendría efectos catastróficos a corto plazo (aunque el extra de radiación no sería algo bueno para ninguna forma de vida), pero la atmósfera estaría en peligro a lo largo de millones de años.
Además del efecto directo que la carencia de campo magnético puede tener en los seres vivos, hay otro factor a tener en cuenta: el efecto de las partículas cargadas en la tecnología.
El campo magnético no solo nos protege a nosotros de la radiación, también protege a todos los aparatos tecnológicos que usamos diariamente. Y cuando hay alteraciones en el campo magnético, la tecnología también sufre las consecuencias.
La radiación afecta especialmente a los satélites y las naves espaciales, causando errores en los sistemas electrónicos y deteriorando los aparatos poco a poco, reduciendo así su vida útil.
Así que si quisiéramos vivir en otro planeta que no contase con campo magnético, como es el caso de Marte, tendríamos que buscar la forma de proteger tanto a los seres vivos como a la tecnología de la radiación. Y todo ello a gran escala, lo cual no es precisamente una tarea fácil.
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Descubre más sobre Clara Luengo Ramos, autor/a de este artículo.
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