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Así controlan nuestra vida los algoritmos sin que nos demos cuenta

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Algoritmos
Depositphotos
Internet y muchas otras tecnologías que usamos diariamente se han convertido en una herramienta esencial para nosotros. Pero aunque en apariencia nos dan mucha libertad, hay miles de algoritmos que tienen poder sobre todas nuestras decisiones.

En la actualidad vivimos completamente rodeados de tecnología. Da igual dónde estemos, siempre estamos acompañados por diversos dispositivos, aun si son algo tan común como nuestros smartphones. 

Y la tecnología que usamos viene acompañada de elementos muy complejos de los cuales los usuarios no somos siempre conscientes. A fin de cuentas, no solemos pensar demasiado en el software y las piezas que componen los dispositivos que utilizamos. 

Además, detrás del software que usamos diariamente hay detalles que tienden a pasar desapercibidos. Detalles que, sin que nosotros nos demos cuenta, afectan a nuestra experiencia con las redes y la tecnología en general. 

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Nos referimos en concreto a los algoritmos. Facebook, Google, Apple, Amazon, Microsoft… Todas estas compañías, y muchas otras, cuentan con algoritmos destinados a conocer cada detalle de la vida de los usuarios. 

Y esa información tan detallada no se utiliza solo para saber más del uso que hacemos de nuestros dispositivos y de internet. Los algoritmos también tienen otra tarea muy importante: servir de guía para los usuarios. 

Quizá no sepas a qué nos referimos con esto, pero es bastante más obvio de lo que podría parecer. Lo más sencillo es explicarlo con unos cuantos ejemplos, para que veas la influencia de los algoritmos en nuestro día a día. 

Índice de contenidos

  1. Eligiendo a quién conoces
  2. Burbuja de información
  3. Esto es lo que quieres comprar

Imagina que entras en Amazon desde tu ordenador para hacer alguna compra. Encuentras el producto que quieres, y sales de la página. Unas horas más tarde, usas tu smartphone y entras en una web cualquiera desde el navegador. 

Y en el lateral, entre los anuncios de esa web, hay uno de Amazon, con el mismo tipo de producto que tú buscabas esa misma mañana. Esa, y muchas otras experiencias similares, son consecuencia de los algoritmos. 

Todos estos algoritmos tienen mucha más influencia en nuestras vidas de la que quizá pienses.  Y en este artículo vamos a echar un vistazo a algunos de los ejemplos del efecto de los algoritmos en nuestro día a día. 

Eligiendo a quién conoces

Hasta las personas más desconectadas y menos aficionadas a usar internet como forma de ocio tienen o han tenido en algún momento redes sociales o cuentas en diferentes aplicaciones y foros destinados a conocer a gente. 

En la actualidad socializamos a través de internet. Mantenemos el contacto con nuestros amigos en redes sociales y aplicaciones, conocemos a gente nueva a través de los mismos medios, e incluso buscamos pareja por internet. 

Con cada una de esas interacciones, las empresas que controlan los servicios que utilizamos obtienen datos sobre nuestros gustos y preferencias, sobre cómo socializamos y qué tipo de personas forman nuestro entorno. 

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Y con cada uno de esos detalles, esas empresas aprenden sobre nuestras preferencias respecto a interacciones sociales y relaciones. Básicamente, los algoritmos revelan los patrones de nuestras relaciones personales

Ese dato, que podría parecer totalmente inocuo e irrelevante a rasgos generales, tiene una serie de efectos considerables en nuestras relaciones personales y en todas las interacciones que realizamos diariamente

Piensa por ejemplo en el caso de Twitter. Abres una cuenta y, pocas horas después, en la sección de usuarios recomendados aparecen las cuentas de varios de tus amigos, tus actores favoritos, e incluso un compañero de cuando ibas al colegio y con quien no hablas desde hace años. 

¿Por qué tiene Twitter toda esa información? ¿Cómo ha sabido qué cuentas debía recomendarte con tanta precisión? Los algoritmos de este tipo suelen ser bastante complejos, pero lo tienen bastante fácil para obtener la información que necesitan. 

Bill Gates en Twitter
Depositphotos

O mejor dicho, se lo ponemos bastante fácil. En cuanto abrimos una cuenta en cualquier red social, facilitamos diversos datos a la plataforma, como por ejemplo nuestro correo electrónico o nuestro número de teléfono. 

A través de esos datos, que seguramente habremos usado en otras redes sociales y en numerosas webs, la red empieza a tejerse. Esos datos sirven para vincular esa cuenta recién creada con otras que usas habitualmente. 

Tras crear ese vínculo, saber a quién conocemos es relativamente sencillo. Basta con revisar nuestros contactos en otras redes sociales, o contrastar los datos que hemos facilitado para el registro con los que hemos usado en otras webs. 

Además, en cuanto empezamos a usar una red social estamos dando más y más datos a los algoritmos, lo cual les permite conocernos incluso mejor. Por ejemplo, si seguimos a varias personas con alguna afición en común, las redes sociales empezarán a mostrarnos usuarios con ese mismo hobby. 

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Y cuando seguimos a personas que tienen varios contactos en común, los algoritmos cruzan esos contactos para calcular las probabilidades de que nosotros conozcamos también a una de esas personas. 

Es decir, los algoritmos toman toda la información que les damos, ya sea de forma consciente o inconsciente, y la utilizan para guiarnos hacia otras personas que consideran que pueden ser de nuestro interés. 

Lo cual implica que, en cierto modo, los algoritmos tienen control sobre nuestras relaciones personales. Y dado que muchas redes sociales también tienen algoritmos para determinar qué contenido vemos primero o con más frecuencia, acabamos relacionándonos más con las personas a las que esos algoritmos dan prioridad.

Burbuja de información

En la actualidad la mayoría de personas obtenemos información a través de internet. Ya sea una simple consulta de datos o estar al día con las noticias de nuestro país y del resto del mundo, internet pone toda esa información al alcance de nuestra mano. 

Y cuando se trata de encontrar círculos en los que haya una ideología similar a la nuestra, a menudo con el objetivo de seguir informándonos sobre un tema concreto, también encontramos una respuesta fácil en internet. 

Con cualquier búsqueda rápida en Google o cualquier otro motor de búsqueda podemos encontrar numerosas fuentes en las que obtener la información que necesitamos en un instante.

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No obstante, como todo en internet, tiene su truco. Y es que al igual que ocurre con las redes sociales, los algoritmos se encargan de aprender todo lo que pueden sobre nuestros intereses para darnos una información concreta. 

En ese tipo de entornos los algoritmos están diseñados para ofrecernos aquella información a la que, estadísticamente, es más probable que decidamos acceder. Y como cada click cuenta, hay un gran interés en que los resultados sean tan acertados para el usuario como sea posible

Para que las probabilidades de que un usuario entre en un enlace sean altas, la mejor opción es mostrar primero aquellos resultados que despertarán el interés de la persona que ha realizado la búsqueda. 

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Así que, cuando realizamos cualquier búsqueda de información, los algoritmos  analizan todos los datos que tienen de nosotros. Cada detalle sobre nuestra ideología, nuestras preferencias y opiniones políticas, nuestras convicciones… Todo queda reflejado de una forma u otra en nuestro uso de internet. 

Tras una cuidadosa recopilación de todos estos datos, los algoritmos se ponen a hacer cálculos. ¿Qué medios son más acordes a las ideas de cada usuario? ¿Qué webs ofrecen información que el usuario valorará positivamente?

Con toda la información que tienen de nosotros, los algoritmos lo tienen bastante fácil. Tienen claras nuestras preferencias, y hacen lo posible por ofrecernos las mejores opciones posibles.

E incluso cuando no estamos buscando información activamente, los algoritmos ponen delante de nosotros una gran cantidad de contenido recopilado en base a nuestras preferencias

Todo esto podría parecer una gran ventaja para nosotros, ya que lo pone muy fácil para encontrar el contenido exacto que queremos. Pero por beneficioso que parezca, presenta un problema considerable

Este problema es el efecto burbuja, y puede afectar seriamente a nuestra percepción y criterio sin que seamos conscientes de ello. A base de darnos solamente la información acorde a nuestras ideas, los algoritmos sesgan completamente nuestra percepción de la realidad. 

A fin de cuentas, están haciendo que solo veamos un lado de la historia. Puede ocurrir por ejemplo con noticias poco relevantes, de las cuales acabamos leyendo los detalles solo en un par de medios que consultamos con frecuencia.

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Pero más allá de las noticias menos relevantes, el efecto es más perjudicial. Al buscar información sobre eventos importantes que ocurren en el mundo, o datos para tomar una buena decisión en un tema serio, ese sesgo informativo tiene graves consecuencias

Por ejemplo, si alguien está muy en contra de llevar mascarilla, los algoritmos detectan esto y, en vez de dar información científica sobre los beneficios de las mascarillas, dirigen al usuario a círculos en los que piensan de forma similar

Y si queremos información respecto a candidatos políticos y su actividad reciente, los algoritmos tratarán de dirigirnos a webs en las que se habla positivamente de los políticos a los que somos afines, y negativamente de los que están en el lado opuesto del espectro político

Si de por sí es complicado obtener información neutral de absolutamente cualquier cosa, los algoritmos lo ponen incluso más difícil. Nos guían a lugares en los que se dice aquello que queremos oír, aquello que llamará nuestra atención. 

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Y cualquier tema o perspectiva contrarios a nuestras propias ideas acaban relegados a posiciones menos visibles. Sin que nos demos cuenta de ello, los algoritmos nos aíslan e impiden que contrastemos la información con facilidad. 

Todo esto provoca que acabemos metidos en una burbuja informativa. Nos convierte en potenciales víctimas de datos sesgados o erróneos, de desinformación… Los algoritmos hacen que no tengamos una imagen real del mundo que nos rodea. 

Por supuesto, esto es preocupante en numerosos aspectos. El aumento de fanáticos de las teorías pseudocientíficas, como los terraplanistas o los antivacunas, y la proliferación de las “fake news”, son buenos ejemplos de las consecuencias que pueden tener estas burbujas informativas a nivel global. 

Esto es lo que quieres comprar

El consumo por internet, ya sea en forma de compras online o mediante el uso de plataformas de streaming en nuestros ratos de ocio, ha hecho que dispongamos de innumerables opciones.

Como consumidores, esto suele ser una ventaja. Tenemos mayor variedad de productos entre los que elegir, variedad de precios para que podamos escoger aquellos que se ajustan a nuestras necesidades…

Toda esta variedad hace que tengamos la sensación de tener un mayor control, mayor poder de decisión sobre todos y cada uno de los objetos de consumo que enfrentamos en nuestro día a día. 

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Pero es simplemente eso, una sensación. Los algoritmos crean una fantasía, una fachada frente a los productos que consumimos que nos hace creer que tenemos control sobre la situación. 

La realidad es que nuestro consumo de cualquier tipo está controlado por los algoritmos. Como con todos los demás ámbitos, los algoritmos recopilan información sobre nuestros hábitos y preferencias de consumo, y los utilizan para guiarnos hacia productos concretos.

Esto puede ser una ventaja en ciertas ocasiones, ya que nos pone las cosas fáciles a la hora de elegir un producto concreto, o encontrar productos de marcas que nos inspiran confianza. 

Por supuesto, que nuestro consumo esté guiado por algoritmos también tiene sus desventajas. La más obvia es que coartan nuestra capacidad de decisión. Los algoritmos, como en los casos previos, nos muestran lo que creen que queremos ver. 

Piensa por ejemplo en las plataformas de streaming que utilizas, y en cómo eliges el contenido que ves diariamente. Sin duda alguna, escogerás una buena cantidad de series y películas porque los trailers e información que has visto al respecto (probablemente gracias a los algoritmos) habrá despertado tu interés

Pero los datos muestran que nuestras elecciones en las plataformas de streaming están extremadamente condicionadas por la elección que hacen estos algoritmos para cada uno de nosotros. 

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De hecho, se calcula que en torno al 80% del contenido que vemos en Netflix ha llegado a nosotros gracias al algoritmo de la plataforma. ¿Crees que no? Puedes comprobarlo de forma muy sencilla. 

Simplemente presta atención a cuántas veces escoges el contenido que vas a ver de tu sección de recomendaciones, y compáralo el número de veces en las que tú buscas el contenido por tu cuenta, sin depender de las recomendaciones. Probablemente te lleves una sorpresa. 

No obstante, aunque parezca bastante conveniente, esto no implica necesariamente que nos ofrezcan las opciones más beneficiosas para nosotros. A fin de cuentas, cualquier compañía que usa estos algoritmos lo hace con la intención de obtener beneficios. 

En consecuencia, no es raro que el algoritmo nos muestren un producto similar al que queremos, pero cuya venta beneficiaría más a la compañía (incluso si hay otras opciones que se adaptan mejor a lo que buscamos). 

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También es común que, mientras usamos internet para cualquier tarea al azar, los algoritmos actúen a través de los anuncios de las webs y apps que estamos utilizando. Con su habitual proceso de recopilación de datos, los algoritmos convierten esa búsqueda que hiciste hace días por curiosidad en un anuncio que acabas viendo en todas partes. 

Y no solo insisten en mostrarte el producto al que habías echado un vistazo. También te ponen delante otra serie de productos, relacionados de un modo u otro con el que a ti te interesaba, para tratar de convencerte de que gastes tu dinero en más de una cosa. 

Tal y como ocurre con cualquier otro tipo de comercio, los algoritmos crean una necesidad en nosotros. Nos incitan a pensar que necesitamos algo, que hay una necesidad que cubrir. Y esos anuncios que nos persiguen por diferentes webs acaban convertidos tarde o temprano en otra venta más. 

A fin de cuentas, los humanos somos influenciables, y los algoritmos están más que preparados para sugestionarnos y convencernos de que hagamos algo concreto, ya sea comprar diez cosas distintas en Amazon o ver una película por la noche. 

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De hecho, los algoritmos nos conocen tan bien y entienden tan bien nuestros patrones de comportamiento que a veces hacen cosas dignas de la ciencia ficción. Por ejemplo, hace unos años el algoritmo de la compañía americana Target fue capaz de averiguar que una mujer estaba embarazada mucho antes de que ella se lo hubiera contado a nadie. 

En Target llevaban años enviando publicidad personalizada a sus clientes, e incluyendo cupones, descuentos y ofertas para incentivar a los usuarios a gastar dinero bajo la promesa de llevarse un chollo. 

Para que cada panfleto de publicidad fuera eficaz, había que conocer a los clientes. Lo cual, como es obvio, es la tarea que se le designó a un algoritmo. Y a base de analizar patrones de miles de clientes durante meses, se logró obtener una cantidad impresionante de datos. 

En el caso que hemos mencionado sobre una mujer embarazada todo fue cuestión de estudiar los hábitos de compra de numerosas mujeres durante un tiempo. El algoritmo se dio cuenta de que durante un embarazo, las mujeres hacían unas compras muy concretas. 

Por ejemplo, durante el primer trimestre compraban suplementos vitamínicos y otros productos de cuidado personal. En el segundo trimestre empezaban las compras de objetos para bebés y ropa premamá. 

De esta forma el algoritmo logró detectar con bastante exactitud qué clientas esperaban un bebé en los primeros meses del embarazo.  Y desde ese momento, en cuanto el algoritmo detecta las compras típicas del primer trimestre, Target envía a esas clientas publicidad de productos relacionados con embarazos y bebés. 

Ese es un ejemplo de miles, y la realidad es que cada vez que queremos hacer cualquier compra o consumir cualquier tipo de producto, los algoritmos se ponen en funcionamiento para guiarnos sutilmente hasta los productos que ellos mismos han seleccionado.

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