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La ciencia ficción que dejó de ser ficción: los autores que adivinaron el futuro

Luna película Méliès
Los escritores de ciencia ficción nunca pretenden adivinar el futuro cuando empiezan a escribir una nueva novela, pero los conocimientos científicos y su increíble imaginación a veces aciertan más de lo que nos gustaría.

Una noche de 1816 en Suiza, el poeta Lord Byron retó a sus comensales a contar historias de terror, una joven de apenas 19 años allí presente comenzó a contar la historia de una hombre formado a partir de los miembros robados de cadáveres. Dos años después Frankenstein y su autora Mary Shelley se convertirían en lo que hoy muchos consideran los inicios de la novela de ciencia ficción moderna

A pesar del relato tétrico que la escritora le dio a la historía, a día de hoy cientos de vidas se salvan gracias al uso de órganos de personas que han fallecido, o lo que llamamos transplantes de órganos. Es más, la escena más famosa de esta historia, en la que el monstruo cobra vida mediante las descargas eléctricas de una tormenta, no es sino un anhelo que durante siglos la medicina ha perseguido, y que ahora se usa en todos los hospitales: la reanimación por electroshock

Es muy posible que Shelley, como hija del escritor y filósofo William Godwin, conociera estudios anteriores que analizarán técnicas similares, los grandes escritores de ficción científica tenían y tienen amplios conocimientos de ciencia e ingeniería en las que basan sus historias fantásticas. Aunque también, en muchas ocasiones, los inventores se han inspirado en las novelas que leían para descubrir nuevas ideas que desarrollar. 

Así imaginaban en 1900 la vida en los 2000

Esa simbiosis entre la literatura de ciencia ficción y la ciencia y tecnología real dura hasta nuestros días. Compañías como Microsoft, Google o Apple, entre otras, contratan a escritores de ciencia ficción para dar charlas a los empleados. Sophia Brueckner y Dan Novy, dos instructores del MIT Media Lab reconocían hace años con tristeza en un reportaje del la revista Smithsonian que la mayoría de las nuevas generaciones de estudiantes nunca han leído ciencia ficción: "Suponemos que es porque les han dicho que la ciencia ficción es una forma de literatura infantil". Una idea errónea que por desgracia está muy extendida entre la sociedad.

Verne y la Misión Apolo VIII

Más de 40 años después de la aparición de Frankenstein, se publicaba "Cinco semanas en globo" el primer manuscrito de otro de los grandes de la literatura de ciencia ficción, el gran Julio Verne. 

Verne devoraba libros de matemáticas, astronomía o novelas de aventuras de Edgar Allan Poe, pero su gran pasión siempre fue la geografía. Aunque no salió en toda su vida de Europa en sus textos detalla con minucioso detalle paisajes del otro lado del mundo. "Yo siempre he hecho ficción de aquello que posteriormente se convertiría en un hecho y mi objetivo no era profetizar, sino difundir el conocimiento de la geografía entre la juventud" confesó en una entrevista en 1902. 

Todos estos conocimientos le sirvieron para llenar de realismo sus novelas que serían mundialmente famosas. Aunque en aquella época sus lectores las consideraban un sueño imposible, lo cierto es que la descripción del alunizaje en "De la Tierra a la Luna"de 1866 tiene una similitud sorprendente con la misión Apolo VIII cuya tripulación (tres hombres, igual que en el libro) fueron los primeros en orbitar alrededor del satélite en 1968. 

Según los cálculos de Verne, para que el trayecto fuera lo más corto posible debía ser en linea recta, es decir, el despegue debía realizarse cerca del paralelo 28, por lo que eligió la localidad de Tampa en Estados Unidos. Años después la NASA realizaría el despegue en Cabo Cañaveral a unos 200 kilómetros de distancia. Ambas naves, con peso y dimensiones muy similares aterrizarían a su vuelta en el océano Pacífico.

Capitan Nemo

No podemos dejar de mencionar al Capitán Nemo y su submarino eléctrico, el Nautilus, de la fabulosa novela "Veinte mil leguas de viaje submarino" publicada por primera vez en 1870. Dieciocho años después se produciría la botadura del primer submarino torpedero diseñado por el científico español Isaac Peral con un motor eléctrico. 

Asimov y la inteligencia artificial

La aventuras de los personajes de Verne nacieron en un momento social donde primaba el optimismo, en parte debido a la estabilidad política, pero también por las mejoras que había traído la Revolución Industrial en Francia, donde el autor vivió durante años, por eso sus novelas transmiten la idea de que la tecnología y las máquinas mejoraban la vida de las personas, una percepción que fue cambiando con los años, tras dos guerras mundiales y la modernización armamentística, llegando a las famosas novelas de ciencia ficción que presentan un futuro distópico y que advierten de las consecuencias más nefastas de los avances tecnológicos.

Isaac Asimov se burló en varias ocasiones de lo que él llamaba su "ingrato papel de profeta". En el "Electrón es zurdo y otros ensayos científicos"el escritor hace una reflexión sobre esa función profética de las novelas de ciencia ficción en la que distingue, con su característico sarcasmo, entre dos tipos de autores, los "chiflados" y los "sagaces escrutadores del futuro". Aunque asegura preferir ser del primer grupo de autores chiflados que hablan de criaturas fantásticas y mundos imaginarios muy lejanos, Asimov termina este ensayo reconociendo la importancia de los escrutadores del futuro como él y otros autores a los que cita.

"La ciencia ficción cumple su misión más útil al predecir no artificios, sino consecuencias sociales" explica, y pone como ejemplo la novela de Roberto Heinlein, "Solución Incompleta" de 1941 cuyo mayor logró no fue describir la creación del "polvo" atómico cuatro años antes del ataque a Hiroshima y Nagasaki, sino la predicción de las consecuencias que supondría la bomba atómica en las relaciones internacionales. 

Bomba Atómica

Este es un fragmento de la novela de Heinlein: "... no seguirá siendo secreto nuestro; no cuentes con ello. Ni aunque consigamos guardar silencio absoluto; a cualquiera le bastará la pista dejada por el propio polvo (bomba) mismo, y será sólo cuestión de tiempo el que alguna otra nación desarrolle una técnica para fabricarlo. (....) el uranio es una sustancia bastante abundante, bien repartida por el globo; ¡no lo olvides!. (...)Una vez descubierto el secreto, el mundo entero será comparable a una habitación llena de hombres, provisto cada uno de un arma del 0,45 cargada. No pueden salir de la habitación y cada uno depende, para seguir vivo, de la buena voluntad de los demás. Todo ofensiva sin defensa."

Si los dirigentes norteamericanos hubieran tomado en serio la novela de Heinlein tal vez se podría haber evitado las masacres producidas en Japón, así como la Guerra Fría. 

Para terminar su ensayo, Asimov planteó cuatro sucesos o "explosiones" que revolucionarían la sociedad de aquel entonces y la futura, es decir, la nuestra. La primera era la "explosión demográfica", seguida de la "explosión del saber" y en tercer lugar está la "explosión libertadora", refiriéndose a la lucha de derechos civiles de los afroamericanos; se le escapó la lucha de las mujeres que tanta fuerza tiene estos días, aunque uno de los personajes femeninos más importantes de la literatura de ciencia ficción nació de su imaginación. La Dra. Susan Calvin es la protagonista de "Yo Robot", la novela que mejor predijo las consecuencias de la cuarta explosión, la de la automatización

Libro Yo Robot

Según la novela, en 2018, la Dra. Calvin tendría 36 años y trabajaría para la US Robots and Mechanical Men, Inc, como experta en robopsicología. Calvin debe resolver una serie de problemas causados por unos robots más inteligentes que los propios humanos y cuyo poder podría ser peligroso para la humanidad. Solo las tres leyes de la robótica mantienen a las máquinas al servicio de los humanos, protegiendo a estos del desastre. 

La inteligencia artificial descrita por Asimov es cada vez más real, lo que aún está por ver es cómo la industria tecnológica mantendrá el control sobre está tecnología disruptiva y evitará que se vuelva contra nosotros. 

Arthur C.Clarke y el iPad

Esa misma tecnología tan inteligente como peligrosa era la protagonista de otra de las obras cumbre de la ciencia ficción. En "2001: una odisea en el espacio" el ordenador Hall 9000 aterrorizaba a toda la tripulación de una nave espacial.

Y sumándose un punto extra, Arthur C. Clarke mostró a los lectores de los años 60 cómo las siguientes generaciones llegarían a informarse a través de las tablets: "Cuando se cansaba de los informes oficiales, los memorandos y los minutos, conectaba su Newspad del tamaño de una bolsa de trabajo en el circuito de información de la nave y escaneaba los últimos informes de la Tierra, (...) mantendría la página principal mientras buscaba rápidamente en los titulares y anotaba los elementos que le interesaban". Así describía en su novela lo que hoy conocemos como tablets y lo que retrataría con gran precisión Stanley Kubrick en su película basada en esta novela que se estreno en los cines en 1968.

William Gibson y el cibercrimen

Hace años los profesores del MIT, Brueckner y Novy, con la idea de inculcar la importancia de la influencia de las novelas de ciencia ficción en la ingeniería impartieron un curso donde los alumnos debían escoger una novela, película o videojuego y crear prototipos funcionales de algún objeto descrito en la historia. Un grupo se inspiró en la novela de William Gibson, "Neuromancer".

Los estudiantes construyeron un dispositivo con electrodos y tecnología inalámbrica para conseguir que, al realizar un gesto con el brazo, un usuario estimulara los músculos del brazo de otro individuo que realizaría el mismo gesto. Aunque la principal idea era proponer este prototipo para actividades terapéuticas para enfermos con dificultad de movimiento, la ilusión inicial disminuyó al recordar que en la novela de Gibson esta tecnología acababa usándose para la explotación sexual de las personas o "títeres de carne" como los llamó el autor. 

Novela William Gibson

Neuromancer de la década de los 80, describe una sociedad violenta, cruel e hiperconectada, donde los hackers, la ciberguerra y los reality shows más depravados son parte del día a día. Y así, cientos de novelas de ciencia ficción han descrito a lo largo de la historía un posible futuro aterrador como la visión dictatorial de George Orwell en "1984", o el destino apocalíptico que describió H.G. Wells en "La máquina del Tiempo", entre otros cientos de grandes novelas que podríamos mencionar. 

¿Y ahora qué?

Los escritores de ciencia ficción siguen planteándonos posibles futuros y si no les leemos con atención y ponemos remedio, dentro de un tiempo tendremos que reconocer que volvieron a acertar. Entre la extensa obra del autor polaco Stanislaw Lem se encuentra la novela "Diarios de las Estrellas" en la que enuncia la Ley de la Basura, usada para determinar el grado de desarrollo tecnológico de una civilización según la cantidad de basura que orbita al rededor del planeta: "Cada civilización en fase técnica empieza a hundirse en los desperdicios, sufriendo graves trastornos, hasta que consigue llevar los muladares al espacio. Para que éstos no entorpezcan la cosmonáutica, se los coloca en una órbita espacial. Alrededor del planeta crece un anillo de vertederos de basura, cuya presencia demuestra una era superior del progreso alcanzado".

Sobre ese abismo medioambiental ante el que se encuentran los humanos, científicos de la talla de Stephen Hawking advirtieron que la única solución que nos quedaba para sobrevivir era colonizar otros planetas, una idea de la que la literatura de ciencia ficción lleva nutriéndose desde sus comienzos. El tiempo dirá, si no ponemos remedio, si todas esas voces tenían razón y acabamos convirtiéndonos en una especie nómada de planeta en planeta destrozándolo todo a nuestro paso. 

Así que la próxima vez que caiga en tus manos una novela o película de ciencia ficción hazte a la idea de que esas "locuras" podrían hacerse realidad tarde o temprano.

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