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Inventan un martillo con dispensador de clavos

Inventan un martillo con dispensador de clavos
Michael Young

El martillo, como herramienta, ha sido un martillo durante cientos, miles de años. Si nos ponemos a pensar sobre ello, nos damos cuenta de que el diseño de un martillo no ha variado prácticamente desde su invención. Un palo de madera con una cuña para introducir la cabeza metálica, y listo. El joven diseñador industrial Michael Young, nos muestra una interesante evolución: el martillo con dispensador de clavos.

Uno los handicaps de un martillo es que tienes que sujetar el clavo con la otra mano, durante los primeros golpes, hasta que la punta se sujeta en la madera. ¿Cuántos millones de dedos machacados han acumulado los martillos a lo largo de su historia?

Golpearse la mano es imposible con este martillo con dispensador de clavos, como puede verse en el vídeo:

Es obra del ingeniero industrial Michael Young, que ha tenido que rediseñar por completo el cabezal del propio martillo, para almacenar y clavar el clavo al mismo tiempo.

Un botón sirve para activar el dispensador, o bloquearlo para usarlo como un martillo estándar.

Es un sistema sorprendentemente complejo y efectivo, porque con un simple golpe no solo se clava el clavo, sino que sale limpiamente del interior del martillo.

Si tienes que clavar muchos clavos este sistema es mucho más rápido, aunque su principal ventaja es que no tienes que sujetar el clavo. Sin embargo, no sirve si necesitas precisión. Pero también permite clavar clavos a la manera tradicional.

Este es el martillo de carpintero más vendido de Amazon

Michael Young cuenta en su web que ha pasado seis años de su vida diseñando el martillo con dispensador de clavos. Se gastó 1.200 dólares en una patente provisional que dura un año, y envió este mismo vídeo a todas las marcas de herramientas. Dos de ellas estaban interesadas en comprarle la idea, y una llegó a ofrecerle una cantidad millonaría, pero entró en crisis y se echaron para atrás. Renovar la patente y hacerla permanente le costaba 13.000 dólares, y fabricarlo por su cuenta, 6.000 dólares. Así que decidió abandonar el proyecto.

Esto demuestra que para ser inventor no solo tienes que tener buenas ideas. También, mucho dinero...

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