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El motivo por el que las luces de los semáforos son rojas, amarillas y verdes

Andrea Núñez-Torrón Stock

La mentira de los botones de los semáforos

Cruzamos en verde, reducimos la velocidad en amarillo y nos detenemos ante la tonalidad roja. Así son de toda la vida los semáforos, integrados en nuestra vida cotidiana desde siempre, de forma que no nos preguntamos el origen de la elección de estos colores. 

Según Today I Found Out, los semáforos tienen su origen en los sistemas ferroviarios del siglo XIX. Por aquel entonces, los ingenieros de trenes necesitaban una manera de saber cuándo parar sus locomotoras y cuándo reducir la velocidad.

De esta manera, el rojo por su asociación con potenciales peligros o riesgos, fue seleccionado para detener. Otra razón importante tras esta elección es que el rojo tiene la longitud de onda más larga en el espectro de color y se puede ver desde distancias más grandes, lo que permite a los operadores comenzar a reducir la velocidad antes. También se empleaba una luz blanca para indicar que un conductor podía continuar y una luz verde cuando estaban con precaución.

Dado que dos de las luces tenían un filtro de color, se producía confusión si una de las lentes se caía, revelando una luz blanca. Si se dañara un filtro rojo, por ejemplo, un conductor vería la luz blanca y pensaría que era seguro ir cuando no lo estaba. La leyenda dice que las estrellas también podrían confundirse con las luces, causando accidentes. De esta manera, el blanco se eliminó de la situación siendo sustituido por el amarillo para indicar precaución y se cambió el verde para indicar que era hora de proceder.

En Inglaterra, el sistema ferroviario se estaba adoptando para los semáforos, a pesar de que técnicamente no había tráfico vehicular. La población estaba preocupada por los carruajes tirados por caballos que se movían por la ciudad y representaban un peligro para los peatones. Fue entonces cuando el gerente de ferrocarriles John Peake Knight se dio cuenta del problema, comunicándose con la Policía Metropolitana de Londres para presentar su solución: el sistema de semáforo -de aquellas, manual- para indicar a los conductores de transporte que se detuvieran o frenasen. Por la noche, se utilizaron luces rojas y verdes a gas. Pero el sistema duró poco debido a una explosión de gas.

Unos años después, concretamente en 1913, el año en que se presentó el Ford Modelo T, hubo más de 4000 víctimas en las carreteras, sobre todo debido a colisiones en las intersecciones. Los Estados Unidos utilizaron la aplicación de la ley para hacer cumplir el tráfico, utilizando el método del semáforo de agitar los brazos para dirigir los vehículos. Al ingeniero de Cleveland James Hoge se le ocurrió que sería estupendo aprovechar el sistema de tranvía para encender las luces rojas y verdes como las que se usan en los ferrocarriles. El amarillo no existía en este sistema, ya que era sustituido por oficiales que preferían hacer sonar un silbato para informar a los conductores que la señal estaba a punto de cambiar.

Solamente siete años después, un policía de Detroit llamado William L. Potts ideó el sistema de tres colores: rojo, amarillo y verde. Unos años más tarde, las luces comenzaron a cambiar durante los intervalos programados. Cuando se ponía rojo pero no había tráfico, los conductores podían tocar la bocina para cambiarlo.

Sin embargo, no todas las ubicaciones usaron los mismos colores. Para evitar confusiones, la Administración Federal de Carreteras ordenó el esquema de color rojo, amarillo y verde en 1935. En aquel momento ya se establecieron pautas para las señales de tráfico y las marcas de pavimento, estandarizando gran parte de la información vial que seguimos usando en la actualidad. Y así, los tres famosos colores de turno llegaron hasta nuestros días, y siguen iluminando esos semáforos que vigilan las carreteras y regulan nuestro tránsito de una punta a otra del planeta.

Este artículo fue publicado en TICbeat por Andrea Núñez-Torrón Stock.

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