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No puedes oír tus propios pasos, este es el motivo

Andrea Núñez-Torrón Stock

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Al igual que no eres capaz de hacerte cosquillas a ti mismo, otros fenómenos no te afectan si provienen de tu propio cuerpo. Por ejemplo, desconectamos absolutamente de los sonidos personales que emitimos, como nuestros pasos. Hasta hace poco tiempo la ciencia no sabía cómo el cerebro lograba esta hazaña, un misterio sobre el que ha arrojado luz un nuevo estudio publicado en la revista Nature.

El propósito de la investigación, realizada en la Facultad de Medicina de la Universidad de Duke, fue comprender cómo las neuronas se alian para que ignoremos ruidos de esta índole. "Para hacer eso, estudiamos los cerebros de los ratones. Y construimos un sistema de realidad aumentada para que cuando los ratones corrieran, pudiéramos controlar experimentalmente los sonidos que escuchaba", explica el investigador principal, David Schneider.

Cuando los roedores esperaban que su caminar sonara de una manera particular, las neuronas en la corteza auditiva, uno de los principales centros auditivos del cerebro, dejaron de responder al ruido. Así, parecía que los animales empleasen auriculares especiales que podían filtrar el sonido de sus propios movimientos, tal y como explica Schneider. En contraste, cuando los investigadores reproducían un sonido inesperado, las neuronas situadas en la corteza auditiva mostraron grandes respuestas.

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Dicho de otro modo, a medida que los ratones se familiarizaban con los sonidos de su propio caminar, se cambiaron algunas conexiones importantes entre la corteza auditiva y la corteza motora, que es la parte del cerebro responsable del movimiento. Al fortalecerse las nuronas inhibitorias, estas se activan al caminar el ratón, "creando un foto negativo del sonido que el ratón esperaba, lo que podría cancelar el sonido esperado cuando se escucha".

Un fenómeno que también sucede con las teclas o la respiración

Esta explicación científica no solamente se ciñe a los pasos, sino que abarca otros sonidos corporales propios como la respiración -rara vez alguien que respire muy fuerte es consciente de ello- o el acto de teclear con virulencia al escribir. Para cualquier criatura acostumbrada a ser cazada, como los ratones, esta capacidad de filtrar los propios ruidos inocuos y enfocarse en los más potencialmente peligrosos es crítica. Este es también el mismo fenómeno en el juego cuando cantamos, hablamos o tocamos música.

"El mecanismo que hemos descrito en este documento, la capacidad de ignorar las consecuencias esperadas de nuestro movimiento, nos da la capacidad extra genial de detectar cuándo nos equivocamos. Entonces, si toco el piano correctamente, yo lo escucho, claro, pero mi corteza auditiva está bastante silenciosa. Pero cuando si toco mal, obtengo una respuesta mucho mayor", explica Schneider. Este sofisticado mecanismo cerebral nos permite aprender del ensayo y del error.

Los investigadores quieren aplicar sus descubrimientos a nuevos estudios sobre la esquizofrenia, en torno a la cual podrían estar implicados los mismos circuitos cerebrales. "Se ha sugerido que las alucinaciones y voces fantasma podrían deberse a una conectividad alterada entre los centros motores y auditivos del cerebro. Por ello, nos gustaría estudiar ratones que tienen mutaciones genéticas similares a los que están asociados con la esquizofrenia en humanos", apunta el investigador.

Aunque los pasos no tienden a ser demasiado molestos para los humanos, otros sonidos como la respiración agitada o el ruido de masticar pueden resultar totalmente insoportables. Sin embargo, los tres sonidos más irritantes para el cerebro humano son un cuchillo en una botella, un tenedor en un vaso o tiza en una pizarra, según un artículo de 2012 que vio la luz en el Journal of Neuroscience.

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