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Los ultraprocesados también son un problema para el planeta, no solo para tu salud

En el mundo existen más de 7.000 plantas comestibles, pero el 90% de la ingesta mundial de hidratos de carbono proviene únicamente de 15, y más de la mitad de la población global depende solo de tres: arroz, maíz y trigo.

Ultraprocesado

Depositphotos

Andrea Núñez-Torrón Stock

La cantidad ideal de ultraprocesados que debería haber en tu dieta es... cero. 

Estos alimentos son adictivos, pobres a nivel nutricional, relacionados con aceites hidrogenados, grasas trans, aditivos y azúcares e incrementan el riesgo de padecer diabetes, cáncer o enfermedades cardiovasculares. 

Incluso hay estudios que vinculan la ingesta moderada de ultraprocesados con un aumento del 14% de todas las causas de mortalidad.

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Pero los ultraprocesados no solamente son malos para la salud, sino también para el planeta: diversas investigaciones ponen el acento en cómo merman la biodiversidad. 

En este artículo publicado en The Conversation se hace hincapié en lo crucial de reducir estos productos para mejorar la sostenibilidad del sistema alimentario.

7.000 plantas comestibles... de las que sobre todo se usan 3

La humanidad vive tiempos frenéticos con muchos desafíos por delante: luchar contra el cambio climático, detener la sexta extinción masiva que ya está en marcha o alimentar 9.000 millones de bocas en 2050. Ante el aumento de la población mundial, reducir el impacto ambiental de la industria de los alimentos es una necesidad urgente. 

Los ultraprocesados agravan esta crisis y empobrecen la riqueza de la dieta. En el planeta hay unas 7.000 plantas comestibles, pero el 90% de la ingesta energética proviene de 15 especies de cultivo. Además, más de la mitad de la población mundial solo depende de 3: arroz, maíz y trigo. 

Aunque también es importante señalar el exceso de calorías y reducir los productos procedentes de la ganadería industrial como los lácteos y la carne, los ultraprocesados también generan preocupación. Tienen un marcado papel en las dietas de países de ingresos altos y no han parado de subir en los de ingresos medios y bajos.

En esta investigación publicada en BJM Global Health se expone que las dietas, cada vez más globalizadas y con más presencia de ultaprocesados, destierran o desplazan el cultivo, la fabricación y el consumo de alimentos tradicionales.

Echa a un lado la comida rápida, los platos preparados y las patatas fritas

La comida chatarra, los pasteles, las bebidas edulcoradas o las patatas fritas son algunos ejemplos de ultraprocesados que están desplazando a frutas, verduras, legumbres o lácteos, pescados y carnes con procesamiento mínimo.

Cabe diferenciar entre los métodos de procesado tradicional, detrás de yogures, quesos, encurtidos o cerveza, como pueden ser la fermentación, el enlatado y el embotellado, fundamentales para la conservación, inocuidad y seguridad mundial y los ultraprocesados, que se tratan "más allá de lo necesario", según explican los autores. 

Analizando la parte ambiental, los fabricantes de este tipo de artículos eligen una cantidad reducida de cultivos: esencialmente maíz, trigo, soja y semillas oleaginosas, como el aceite de palma

Las razones son su bajo coste económico y elevado rendimiento, lo que permite producirlos en masa, destinándolos a formar parte de productos como las harinas refinadas. Los ingredientes de origen animal también proceden de animales que dependen de esos mismos cultivos.

Otros ingredientes utilizados en los alimentos ultraprocesados, como el cacao, el azúcar y algunos aceites vegetales, también están fuertemente asociados con la pérdida de biodiversidad.

Los científicos recomiendan desviarse hacia la producción de alimentos más nutritivos, como la pasta o el pan integral, evitar la demanda de productos asociados con áreas en conflicto y deforestación, como el mencionado aceite de palma, que está provocando talas masivas y pérdida de hábitat para los orangutanes en el sudeste asiático. 

Este artículo fue publicado en Business Insider España por Andrea Núñez-Torrón Stock.

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