Durante las últimas horas han salido varios informes que coinciden en ciertos movimientos sorprendentes de Google al respecto de Stadia, su plataforma de juegos en la nube en la que habrían invertido millones y millones de dólares olvidándose en el camino de lo más importante: juegos exclusivos.

La información procede de informes de Wired y otro de Bloomberg, que básicamente vienen a explicar lo que ha pasado con Google Stadia como plataforma basada en la nube que no ha conseguido ni lanzar títulos exclusivos ni tampoco encandilar a la mayoría del público.

Si bien la idea inicial de Google era lanzar Stadia con un montón de juegos exclusivos, en vista de la cercanía de la ventana de lanzamiento que habían estimado, se centraron en invertir millones y millones de dólares en que los licenciatarios ofrecieran sus títulos en el servicio. Esto provocó que el público tuviera poco interés en la plataforma, dado que la mayoría de estos títulos ya los habían podido disfrutar meses antes, e incluso años antes, en sus respectivas plataformas tradicionales.

Otra de las cuestiones es que Google se planteó estrenar Stadia antes de tiempo, sin tener en cuenta el largo proceso de programación que llevaría crear títulos exclusivos desde cero, con lo que al final optaron por la mencionada estrategia de ofrecer títulos que ya la gente había jugado antes.

Señalan que incluso muchos desarrolladores se sorprendieron de la cantidad de dinero que Google ha estado pagando por ofrecer sus juegos en Stadia, títulos que ya llevaban unos cuantos meses en otras plataformas como PC, PS4 o Xbox One.

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También apostaron por Jade Raymond, antigua directora de Ubisoft Toronto, para llevar las riendas de la división encargada de las exclusivas propias, pero no tuvo el tiempo suficiente para poder crear una división interna sólida para desarrollar títulos propios.

Desde Wired van un poco más lejos, y afirman que, según fuentes internas, parece que Google no se dio cuenta del tiempo que llevaba programar un videojuego, incluso llegó a despedir a 150 desarrolladores antes de que cualquiera de sus estudios pudiera ni siquiera crear un solo juego, perdiendo millones de dólares por el camino.