Desde que se abrió la posibilidad de empezar a salir a la calle fueron muchos los que empezaron o volvieron a correr tras una larga cuarentena en casa. Con ganas de entrenar, perder peso, desahogarse o solo sentir que mueven los músculos, los runners han tomado las ciudades y lo cierto es que hay muchos que corren con mascarilla, pero también un buen número de ellos que lo evitan.

Está claro que correr con mascarilla no es lo mismo que hacerlo sin nada: se respira peor, la mascarilla se empapa, llevarla con gafas de correr es sumamente incómodo, la sensación de agobio aumenta... Pero más allá de eso puede surgir la duda de si afecta al rendimiento de algún modo. 

Lo primero que hay que tener en cuenta es lo más evidente: cuesta más llenar los pulmones que sin ella. La fatiga llega antes por el esfuerzo mayor que se requiere para llenar los pulmones. Depende del modelo que sea puede que se pegue a los labios, pero en todo caso bajo la mascarilla cuesta más coger aire, algo que muchos habrán comprobado solo con subir las escaleras de casa.

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Según los expertos que han consultado en Runner's World, en función de las mascarilla utilizada se puede simular que se está corriendo en altura, pero con las de tela, las más utilizadas, "un corredor no cambia la saturación de oxígeno del aire que respira, sino que simplemente respira menos aire".

Pero esta mayor fatiga también tiene sus beneficios, como impulsar el esfuerzo de los pulmones y el sistema respiratorio en general: aumenta el ritmo cardíaco, mejora la fuerza del diafragma y el cuerpo se fortalece en gran medida de cara a cuando se pueda correr sin mascarilla.

Si vas a correr con mascarilla, deberás asumir que el ritmo será menor al que lo harías sin ella, pero que cuando empieces a correr sin mascarilla notarás una gran mejoría. Correr con mascarilla es como hacerlo con lastres en los tobillos, uno se esfuerza más, se fortalece y el entrenamiento es más efectivo, pero también más duro.