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¿Puede el desierto del Sahara convertirse en la central energética del mundo entero?

Andrea Núñez-Torrón Stock

Desierto del Sáhara

La energía solar es una de las grandes esperanzas, junto con la eólica o la biomasa, para un futuro sin combustibles fósiles, más respetuoso con el medio ambiente y centrado en la lucha contra el cambio climático, causado en gran medida por las emisiones contaminantes a la atmósfera.

Las regiones más soleadas del mundo pueden tener la llave para abastecer un gran porcentaje de la demanda eléctrica mundial.

El desierto del Sahara, el desierto cálido más grande del mundo y el tercero más grande después de la Antártida y el Ártico, con más de 9.065.000 kilómetros cuadrados de superficie, puede ser un enclave maestro en la expansión de las energías limpias y la apuesta por la tecnología solar fotovoltaica.

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Según los cálculos del profesor de Berkeley, Mehran Moalem, usando un 1,2% de la superficie del Sahara podrían cubrirse todas las necesidades energéticas del mundo -las de combustible líquido suplirse mediante el hidrógeno generado a partir de la electrólisis del agua-.

En el año 2015, la demanda total de energía a nivel mundial fue de 17.3 TW de potencia continua durante el año. El cálculo establecido por este experto revela que el área de tierra necesaria para el abastecimiento energético es de 335 kilómetros por 335 kilómetros, cubiertos con con paneles solares para cubrir una demanda de más de 17,4 TW de potencia.

Es importante desarrollar paneles solares que generen menos residuos -uno de ellos es el tetracloruro de silicio-, mejorar la eficiencia de los materiales y hacer las propuestas más viables. Por otra parte, la instalación de un proyecto así en el desierto tiene beneficios bidireccionales, puesto que también mejora el ecosistema desértico al evitar la erosión gracias a la sombra de los paneles, evitando tormentas de arena. 

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