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Cambio histórico en YouTube y su política de contenidos, ¿cómo te afecta?

Youtube Strike

Tienen que llegar las polémicas para que las grandes compañías cambien sus políticas. En la última semana, páginas del sector tecnológico y grandes periódicos se han centrado en los movimientos de YouTube para censurar o permitir vídeos tras el acoso denunciado por el periodista estadounidense Carlos Maza, pero el debate sobre el control de lo permisible o no siempre está en las redes sociales.

Para que Facebook empezase a poner límites en sus Facebook Live tuvieron que darse un número de suicidios en directo y retransmitirse el tiroteo de Nueva Zelanda. Y aun así, la empresa no estuvo rápida de reflejos y solo empezó a moverse cuando a las polémicas se sumó la presión política. En el caso de YouTube, las últimas semanas se han sumado varios sucesos especialmente llamativos que han empujado a que la compañía se exprese con gravedad en referencia al tema.

Sin embargo, parece que la polémica está lejos de acabar por la creciente variedad de opiniones. Son incontables las diferencias sobre dónde empieza la censura, qué material debe ser permitido, si es una muestra de puritanismo o si las redes son espacios de libre expresión. 

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Dos casos en la última semana

YouTube ha lanzado un comunicado oficial a través de su blog en el que informa sobre su intención de combatir el odio en sus contenidos. Desde el primer párrafo indica a qué se refiere, principalmente al problema con la “propagación de contenidos extremistas violentos”. Mucho se ha asociado este aspecto a la creciente presencia de la ultraderecha en redes sociales, pero no se debe únicamente a esta circunstancia.

Hace unos días se levantó una gran polémica cuando unos investigadores del Centro Berkman Klein descubrieron que el algoritmo de YouTube recomendaba contenido de carácter pedófilo o cercano a él a quienes tenían esos intereses. Sin entrar en contenido explícito, recomendaba las grabaciones subidas por padres de sus hijos en la playa y material similar. Un caso especialmente llamativo fue el de una madre brasileña que descubrió que un vídeo en el que su hija de diez años y una amiga jugaban en bañador había tenido más de 400.000 visitas

The New York Times publicó un artículo en referencia al tema y YouTube esta vez no tardó en tratar de atajar el problema respondiendo que revisarían los vídeos que pudiesen poner en peligro a los niños.

Aunque esto no es nuevo, en febrero de este año YouTube decidió deshabilitar los comentarios en algunos vídeos de niños y cambiar las políticas respecto a qué materiales de este tipo de podían subir.

Si este caso pasó más desapercibido en nuestro país, el del periodista latino Carlos Maza ha despertado mayores comentarios. Este periodista ha denunciado públicamente que lleva más de dos años como víctima de acosos y linchamientos por parte de Steven Crowder, un conocido youtuber que lo usa como objeto de burla y mecanismo para atacar a la comunidad gay.

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La reacción de YouTube se ha dado en dos tiempos. En un primer momento optó por no eliminar los vídeos de Crowder ni poner ningún tipo de límite o control al alegar que su contenido se ajustaba a las normas de la plataforma. Aunque admitió que los vídeos tenían un lenguaje claramente hiriente, no suponían una violación en sus políticas.

Sin embargo, esto no ha acabado aquí y finalmente parece que YouTube sí ha tomado otro camino: desmonetizar el canal.

Como era de esperar, esta respuesta tampoco ha contentado a Carlos Maza, quien anda prácticamente en un debate abierto con la plataforma:

Qué es el odio y a qué vídeos afecta

Siguiendo la estela de Facebook, YouTube tiene que aclarar a qué se refiere con contenido de odio. La empresa de Mark Zuckerberg puso el objetivo principalmente en el supremacismo creciente y en algunas de sus figuras, a las que terminó por echar de su red social.

Pero la purga no se refiere únicamente a los vídeos de grupos radicales o terroristas. Uno de los puntos que mayores polémicas ha levantado es el que se refiere a ciertas creencias.

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Hay dos que están multiplicándose en los últimos tiempos, la corriente terraplanista y los antivacunas. Sobre todo esta última, que ha provocado una reciente epidemia de sarampión en Nueva York.

Ambas corrientes culturales se pueden englobar dentro del fenómeno de las fake news y la propagación de información carente de fuentes o directamente considerada errónea. YouTube, al igual que Facebook, se ha posicionado en contra de que se use su plataforma como altavoz de grupos que niegan el holocausto, fomentan teorías que atentan contra la salud propia y, sobre todo, se lucran con ello.

Lucha desde tres frentes

YouTube está planteando la lucha contra material de esta clase con tres estrategias distintas.

La primera lleva meses haciéndola, es cambiar el algoritmo de recomendaciones para que reduzcan sus visitas, aunque esta clase de vídeos siguen obteniendo millones de visitas y polémicas. Es cierto que reducir el número de visionados que obtienen los canales por esta vía es efectivo, pero tampoco hay que olvidar que en ocasiones los canales provienen de comunidades muy asentadas: se enlazan entre ellos, tienen periódicos, perfiles de Twitter, etc. Es más complicado llegar a ellos, pero no sirve para atajarlo.

El borrado de vídeos, la purga de material, se antoja como algo más resolutivo y a lo que ha costado llegar. La complicidad que puede asociarse a permitir cierto tipo de contenido queda anulada y se ataja la propagación a través de un espacio con tantas visitas como puede ser YouTube. Sin duda, es la opción más extrema y la que va a levantar mayor controversia. Desde su anuncio se ha generado gran polémica y no va a parar. Hasta personas que son contrarias al contenido eliminado se muestran suspicaces por quedar todo a elección de YouTube y las arbitrariedades y fallos que puedan darse.

Por último, para casos en los que no se elimine el contenido, YouTube dejará de permitir la monetización de canales. Atacar el bolsillo puede también puede dañar a los creadores. O al menos a los más pequeños y, ante todo, a los oportunistas.

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Con oportunistas nos podemos referir a individuos que no comparten la creencia que fomentan pero crean y propagan vídeos para lograr un beneficio económico. De este modo se desmotivará a estas personas.

Aun así, que no reciban ingresos por YouTube no quiere decir que no lo hagan por otra vías. Cualquier youtuber puede tener su propio merchandising o sistemas de financiación y mecenazgo como Patreon o Super Chat.

Sin Facebook o YouTube

Volviendo a la comparación con las fake news y su importancia a la hora de moldear las ideas políticas, se hace complicado imaginar que hubiesen tenido el mismo resultado sin Facebook o Youtube. Estas plataformas no tienen igual en la red y las opciones más libres se han utilizado de forma casi residual, como puede ser la red social Gab; o con una manipulación menor, como Twitter.

Las ideas consideradas de odio no acaban al eliminarlas de sus principales canales de difusión, aunque encontrarán menor repercusión y puede que acabe por ponerse un obstáculo a polémicas que han ganado especial importancia desde 2016.

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#YouTubePurge y el debate

Basta con entrar en el hashtag #YouTubePurge para comprobar que existen tantos detractores como partidarios. Las palabras clave de estos debates se multiplican con los tuits: ofendidito, nazi, homófobo, censura, libertad, antivacunas, control… 

No existe un camino que pueda satisfacer a todos y el baremo que diferencia lo tolerable de lo prohibido está en cada persona, por lo que ninguna legislación o término de uso sobre el contenido permisible va a satisfacer a todos.

Lo importante es que parece que YouTube entra en una nueva época donde se responsabilizará de los contenidos que difunde y, como consecuencia, tomará partido. Las consecuencias de todo esto se verán a largo plazo.

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