Parece que las cosas se van a poner algo tensas de cara a unos años. Para el profesor Bill McGuire, experto en Riesgos Geofísicos y Climáticos de la Universidad College London (UCL) y autor de Hothouse Earth: An Inhabitant's Guide, el futuro distópico que a muchos se les viene a la cabeza, no le parece tan descabellado.

McGuire, un académico que durante gran parte de su carrera mantuvo la esperanza de que los líderes políticos tomaran medidas para abordar el cambio climático de manera efectiva, perdió la fe en esta idea tras la conferencia COP26 en Glasgow en 2021. 

Este evento mundial se centró en mantener el aumento de la temperatura global dentro de 1,5 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales, un objetivo que ahora parece cada vez más inalcanzable. Desde entonces, los investigadores han advertido que existe un 66% de probabilidad de que la Tierra supere este límite crítico en algún momento entre 2023 y 2027. 

Anticipa disturbios generalizados que podrían suceder de cara al año 2050, y este panorama comenzaría de manera alarmante: con la escasez de alimentos. "Los modelos muestran que no podemos crecer infinitamente en un planeta diminuto, con recursos limitados y contaminación acumulada", explica. Ante este panorama, McGuire ha decidido decidir su propio destino y hacer algo en consecuencia.

La cooperación es la clave para enfrentar los desafíos que el futuro presenta

El profesor compara la expansión descontrolada de la población humana con la proliferación de bacterias en una placa de Petri. Cuando las bacterias se multiplican sin problemas, su número supera la capacidad del entorno para sostenerlas, y colapsan. 

Este principio es aún más peliagudo si se considera el calentamiento global. Si continúa el uso de combustibles fósiles sin restricciones, el aumento de la temperatura global podría alcanzar unos 16 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales. Esto haría que gran parte de la Tierra fuera inhabitable para los humanos, creando un mundo en el que la supervivencia sería una lucha diaria.

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El primer recurso que se vería afectado sería la comida. "Realmente, unos días sin comer y la cosa se desmorona", advierte McGuire. Las proyecciones indican que para 2050, la producción de cultivos podría disminuir en un 30%, al mismo tiempo que el mundo requerirá un 50% más de alimentos para alimentar a una población en crecimiento.

La dependencia de la importación de alimentos también es un punto crítico. McGuire señala que, por ejemplo, Gran Bretaña importa aproximadamente el 46% de sus alimentos. 

Si otros países enfrentan escasez de alimentos debido a condiciones climáticas extremas, las restricciones en las exportaciones pueden convertirse en una pesadilla. Como ejemplo, menciona la prohibición de las exportaciones de arroz en la India debido a malas cosechas. 

Bill McGuire no se queda de brazos cruzados y ya está tomando ¿medidas desesperadas?

Ante esta realidad, este ha tomado medidas para proteger a su familia. Se trasladó a una casa en el campo con paredes de medio metro de grosor para resistir el calor extremo y está recolectando agua de lluvia para garantizar el suministro de agua en tiempos de sequía. 

Además, ha instalado paneles solares y una caldera de leña para obtener energía y calefacción. Sin embargo, reconoce que incluso con estas medidas, la supervivencia a largo plazo como una familia aislada es incierta. "Si la sociedad colapsa, no habrá nadie que controle el suministro de agua, nadie que detenga a las pandillas que deambulan por el campo", advierte.

 "La conclusión es que nadie puede sobrevivir por sí solo", enfatiza. "Y ningún hogar puede sobrevivir por sí solo". Para él, la cooperación y la colaboración son fundamentales para aumentar las posibilidades de supervivencia en un mundo donde la amenaza del colapso social es real.