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Despedido por un ordenador, ningún humano pudo hacer nada

Despedido por un ordenador, ningún humano le ayudó
Ibrahim Diallo. Foto: Walter Guevara

Ibrahim Diallo trabajaba como desarrollador de software en una importante empresa de Los Angeles. Hasta que un ordenador lo despidió, y ningún humano pudo ayudarlo.

Sus jefes estaban muy contentos con él, y había sido felicitado varias veces por su trabajo. Pero un día las tarjetas de seguridad y las claves de sus cuentas dejaron de funcionar. Durante un par de días sus colegas le ayudaron a pasar los controles de seguridad, hasta que dos guardias de seguridad se presentaron en su despacho y le invitaron a abandonar el edificio.

Ni su reclutador, ni su jefe, ni la directora de la filial, sabían lo que había pasado. Y lo que es peor, nadie tenía la capacidad de anular esa orden. Como en una macabra película de risa en la que él era el involuntario protagonista, Ibrahim Diallo había sido despedido por un ordenador, y ningún humano podía ayudarlo.

La pesadilla comenzó hace un año, cuando acudió a trabajar a un rascacielos de Los Ángeles, pero la tarjeta de seguridad del aparcamiento se negaba a abrir la puerta. José, el guardia de seguridad, reconoció su rostro y le abrió con una sonrisa.

Ibrahim recibió una llamada de su reclutador (en las empresas grandes americanas hay empleados que se dedican exclusivamente a reclutar personal) indicándole que tenía que hablar con su jefe. Le preguntó a su jefe y éste le dijo que no había ningún problema. Como varias personas de la empresa comparten su nombre y apellido (pese a que no es nada común), pensó que lo habrían confundido con otro Ibrahim Diallo. Sin embargo, al comenzar a trabajar, su cuenta de JIRA (una aplicación para realizar trabajos en grupo) tampoco funcionaba. Como siempre estaba caída, no le dió importancia.

Al día siguiente la tarjeta de seguridad volvió a pitar, pero José le dejó entrar. Se lo comentó a su jefe y éste le encargó una tarjeta nueva. Comenzó la jornada, pero ni su cuenta de Windows ni la del registro de horas trabajadas, funcionaban.

Fue a hablar directamente con la directora de la sección, y ésta le comunicó que no tenía constancia de ningún problema. Sin embargo, justo en ese momento la directora recibió un email indicando que Ibrahim Diallo había sido despedido:

Despedido por un ordenador, ningún humano le ayudó
Ibrahim Diallo

La directora le dijo que no se preocupase, que lo arreglaría ese mismo día. Al día siguiente acudió a trabajar, pero seguía sin acceso a sus cuentas. Mientras intentaba trabajar sin ellas, dos guardias de seguridad se presentaron en su mesa. Habían recibido un email indicando que tenían que escoltarlo fuera del edificio.

Ibrahim Diallo se fue a su casa, y en las siguientes tres semanas nadie supo darle una explicación. Sus jefes no lo habían despedido, estaban muy contentos con él, pero ni siquiera la directora podía anular la orden de despido.

Tres semanas después, Diallo fue readmitido. Le explicaron lo que había pasado. Había entrado a trabajar en la compañía en la misma época en la que una gran empresa había comprado la anterior, más pequeña. El jefe en esos primeros días había sido recolocado y se había ido a trabajar desde su casa, y en ese tiempo se le había olvidado introducir la renovación de contrato de Ibrahim en el nuevo sistema impuesto por la nueva empresa. Cuando el ordenador detectó que no tenía contrato inició un envío en cadena de emails, que incluían la desactivación de su tarjeta de seguridad, de sus cuentas, y el envío de dos guardias de seguridad para que lo echasen del edificio.

Una fría e insensible cadena de emails para despedir a un persona que nadie había despedido, y que nadie sabía cómo anular.

Un Roomba no te va a echar del trabajo, pero sí te hará la vida más fácil

Ibrahim Diallo, despedido por un ordenador. Había perdido tres semanas de trabajo y sueldo, había sido humillado al tener que salir escoltado por los guardias de seguridad, había tenido que dar explicaciones a su familia y amigos por su despido, y sus compañeros se habían distanciado de él, creyendo que había robado o hackeado algo.

Al final fue readmitido, pero Ibrahim Diallo decidió dar media vuelta, y marcharse de la empresa. Fue la única decisión verdaderamente humana en estas tres semanas de pesadilla.

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