Portugal pone en marcha el pescado cultivado en laboratorio: lubina sin espinas, microplásticos ni mercurio
Nuestros mares piden ayuda a gritos, y la ciencia está dispuesta a otorgársela. El pescado cultivado en laboratorio ya está aquí.
Frederico Ferreira es el responsable del proyecto Algae2Fish, que pretende cultivar pescado en laboratorio, con una textura y sabor idéntico, pero sin espinas, sin microplástico ni mercurio.
"En portugués tenemos un dicho: un pez sin espinas es un problema resuelto", bromea Ferreira durante la presentación de esta tecnología, que nos llega a través de nuestra compañera Andrea Núñez-Torrón, en Business Insider.
"Vengo de un país que ama el pescado y quiero seguir comiendo pescado. Hay un papel para la pesca sostenible a pequeña escala, pero no podemos continuar con la pesca en alta mar que causa tanto daño a los ecosistemas oceánicos", explica el bioingeniero.
El cambio climático, la sobreexplotación y la contaminación, está diezmando los bancos de pesca. Más de la mitad de las zonas pesqueras de la Unión Europea están en zona de riesgo.
No solo hay poco pescado para la demanda, sino que la mayoría tiene microplásticos y mercurio procedente de la contaminación del mar.
En Portugal han puesto en marcha el proyecto Algae2Fish, desarrollado por el Instituto de Bioingeniería y Biociencias de la Universidad de Lisboa. Su objetivo es cultivar lubina de laboratorio, usando algas.
Es algo que ya se ha conseguido hacer con la carne, e incluso con el café, que ya se cultiva en un lugar tan inesperado como Finlandia.
Algae2Fish va a criar células de lubina en laboratorio. Estas células crecerán en unas algas que se cultivan de forma local y sostenible.
Las algas aportan la textura de los filetes de lubina, así como los antioxidantes que tiene el pescado natural. Las células de lubina aportan las propiedades y el verdadero sabor a pescado.
Según sus creadores, el resultado serán filetes de lubina de laboratorio con una textura, un sabor y unos nutrientes muy similares al pescado real, pero sin su parte mala: sin espinas, sin microplásticos y sin mercurio.
Como explican sus creadores, no se trata de sustituir al pescado obtenido en el mar. Pero sí es una propuesta válida como complemento sostenible para reducir la presión y la contaminación de los mares, y permitir su recuperación.
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Descubre más sobre Juan Antonio Pascual Estapé, autor/a de este artículo.
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