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Protestar sí, pero sin dejar rastro de mi identidad: las manifestaciones en el siglo XXI

Máscara en una manifestación

A medida que crece el uso de nuevas tecnologías también aumenta la información que recogen. Nuestros móviles guardan datos, las cámaras en las calles envían las imágenes a sistemas que son capaces de analizar e identificar a los ciudadanos con mayor rapidez, las tarjetas de transporte registran cuando viajamos… Es complicado moverse sin dejar un rastro de datos.

Esta situación abre muchas incógnitas. Si en las últimas elecciones se ha vivido una interesante polémica por la posibilidad que tenían los partidos políticos de crear perfiles ideológicos tras recopilar datos de los ciudadanos, también se puede observar con cautela la posibilidad de asistir a manifestaciones o protestas sin que quede reflejado en nuestro historial.

Sea en sistemas totalitarios o en democracias donde puede peligrar la libertad de expresión, o tener consecuencias ejercitarla, muchos manifestantes empiezan a ser conscientes del cuidado que deben tener en los detalles para no ser identificados.

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Billetes de metro en Hong Kong

Durante la última semana se han visto violentos enfrentamientos en Hong Kong. Miles de manifestantes están saliendo cada día a las calles en protesta por un proyecto de ley que facilitaría la extradición de sospechosos a China continental, Taiwan y Macao. Según los críticos con la nueva ley que se está planteando, esto pondría al alcance de China a numerosos disidentes políticos que viven en Hong Kong.

En las violentas protestas se está dando una situación curiosa en las estaciones de metro, los usuarios hacen largas colas frente a las máquinas expendedoras para comprar billetes en vez de utilizar sus tarjetas prepago de uso diario. El motivo es que no quieren dejar constancia, que sus datos sean rastreados.

Quien vea las imágenes de las manifestaciones también pueden comprobar cómo todos llevan la cara tapada. Tras la Revolución de los Paraguas de 2014, los ciudadanos se han vuelto más cautelosos a la hora de enfrentarse a unas autoridades cada vez más cercanas a China, el país del Crédito Social.

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Siempre localizados con el móvil

Para ser conscientes del valor de nuestro móvil, podemos observar cómo se ha detenido la investigación del gran incendio del depósito de neumáticos situado en Valdemoro tras un año esperando a que Google les conteste. Se solicitó la posición del teléfono del único sospechoso que tienen, pero todavía no han recibido contestación desde Estados Unidos.

A esta situación, se puede sumar el juicio que ha vivido La Liga de Fútbol Profesional esta semana tras probarse que su aplicación se dedicaba a espiar a los usuarios con la intención de detectar bares que tuviesen la señal de fútbol pirateada.

La Agencia de Protección de Datos ha fallado que las cuatro millones de personas que han instalado la aplicación desconocían que estaban dando permiso a la aplicación para acceder al micrófono del móvil. El objetivo no era otro que analizar de forma automática el sonido ambiente y detectar cuándo se encontraban en un bar. Después, se activaba la geolocalización para identificar el local. 

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Si esto ha podido hacer la LFP, es difícil no pensar lo que puede hacer un gobierno si quiere identificar a los manifestantes. Gracias al big data, la información es sencilla de extraer y los móviles están avisando continuamente sobre dónde estamos y qué decimos o escuchamos. Es un modo probatorio casi indiscutible.

Hackear el reconocimiento facial

En los últimos tiempos hemos visto cómo los sistemas de reconocimiento facial se han extendido a la par que crecía el debate sobre quién puede utilizarlos y en qué situación. Sobre todo en Estados Unidos y China se ha abierto un debate respecto al uso en manifestaciones.

Cruzar las imágenes obtenidas por cámaras con bases de datos de fotografías puede permitir identificar a manifestantes con rapidez gracias a los algoritmos de reconocimiento facial, pero según crece esta tecnología también lo hace el mercado de productos para obstaculizar estos sistemas.

Maquillaje diseñado para engañar a los sistemas, ropa inteligente que produce sensación de invisibilidad ante las cámaras, máscaras con rasgos ajenos… Desde universidades a comercios reivindicativos, se ha creado un pequeño nicho de productos e investigaciones que tratan de contrarrestar esta tecnología.

Conectado significa localizado

Mientras que el debate se suele centrar en si debe estar permitido asistir a las manifestaciones con la cara tapada o no, la otra gran pregunta que se debe hacer quien vaya a ir a una manifestación es si debe llevar dispositivos que dejen rastro de su asistencia, como móviles o relojes inteligentes.

Colgar fotografías, avisar de incidentes en Twitter, informarse… Estas actividades son comunes en cada manifestación, pero lo más probable es que si se lleva un móvil encima, este también sirva como huella dactilar de la participación en la manifestación. Como bien saben los que han leído distopías, la misma tecnología que libera puede ser la que condena.

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