Han pasado 54 años desde que los humanos pisaron por primera vez la superficie lunar —y la última misión tripulada fue en 1972—, pero los gobiernos y las empresas privadas nunca han perdido su fascinación por este lugar tan codiciado. 

Precisamente, Japón lleva años tratando de unirse a la lista.  La agencia espacial japonesa, Jaxa, quiere aterrizar con gran precisión en la Luna con su módulo de aterrizaje inteligente para investigar este satélite, conocido como SLIM.

El aterrizaje se prevé que sea seguido por millones de personas en todo el mundo, y, si todo va como lo previsto, convertirse en un momento de orgullo para Japón, consiguiendo ser el quinto país en aterrizar con éxito una nave espacial en la Luna. 

La misión determinará si la nave espacial merece su apodo de "francotirador lunar", en referencia a su capacidad para aterrizar con una precisión exacta en condiciones muy difíciles. Sin ir más lejos, la Luna ya cuenta con más cráteres de lo previsto por naves que finalmente no han conseguido aterrizar de forma correcta.

Un logro que Japón lleva persiguiendo varios años sin éxito

En diciembre de 2022, la sonda lunar japonesa Omotenashi abandonó sus intentos de alunizar, siendo un gran paso atrás para Japón en la exploración lunar. Ya en abril de 2023, otra empresa japonesa que aspiraba a ser la primera privada en aterrizar en la Luna perdió contacto con su nave tras un "aterrizaje forzoso". 

Ahora, SLIM, la nueva sonda japonesa, entra en la órbita lunar con la esperanza de realizar un aterrizaje exitoso.

El lanzamiento, que ocurrió en septiembre y se vio afectado por un despegue fallido en mayo y un segundo aplazamiento en agosto debido al mal tiempo, es el próximo intento de Japón por explorar la Luna. 

Se espera que aterrice en un cráter lunar donde se cree que el manto lunar, la capa interna profunda debajo de la corteza, es accesible. Lo mágico de este lugar es que ofrece una oportunidad única para estudiar rocas muy relevantes en la búsqueda de los orígenes de la Luna y la Tierra. Además, la presencia de agua en los polos lunares podría abrir la puerta a futuras exploraciones.