Son muchas las formas en las que la tecnología ha ido cobrando protagonismo y presencia en nuestras vidas. Hoy en día parece complicado imaginar una rutina normal sin la presencia de teléfonos móviles, ordenadores o televisores inteligentes. Además, la inteligencia artificial también ha irrumpido en la sociedad para quedarse. ¿Sucederá lo mismo con los hogares inteligentes?

Da la impresión de que, siguiendo la tendencia actual, dentro de poco cualquier familia dispondrá de un hogar inteligente. No obstante, muchas de las tecnologías que lo hacen posible parecen imponerse de manera más lenta de lo esperado. ¿Hay una razón detrás? ¿Y si el contar con un hogar inteligente no fuese una idea tan estupenda después de todo? 

Por qué tener un hogar inteligente

Lo primero que hay que saber es qué puede considerarse realmente un hogar inteligente. Básicamente, una vivienda capaz de manejarse por medio de un dispositivo como el móvil, o directamente un asistente de voz, en el que los sistemas tradicionales de calefacción o electricidad funcionan de manera informatizada. Desde las persianas a los equipos electrónicos pueden automatizarse.

La lógica para sugerir que dicho avance dispone de ventajas. Por ejemplo, la comodidad que puede aportar al día a día, reduciendo esfuerzos en tareas cotidianas. Pero además, si se piensa con perspectiva, sus beneficios también podrían influir en el bolsillo: al hacer una gestión más precisa (y cómoda) de los recursos, cabe supone que también se lograría ahorrar.

Por supuesto, también está el tema de la seguridad. Es fácil imaginar que un hogar inteligente es un hogar más seguro, dadas las posibilidades que por ejemplo las cerraduras inteligentes permiten, o la opción de iluminar o vigilar a conciencia la casa aunque no se esté en ella, de manera remota.  

Teniendo en cuenta todos estos aspectos positivos, lo razonable sería intuir que dentro de poco todo el mundo querría apostar por tener un hogar inteligente. Sin embargo, también existen condicionantes que podrían apuntar en la dirección contraria, y que igualmente no deberían pasarse por alto. 

Desventajas de un hogar inteligente

La más acusada de todas las desventajas que puede presentar un hogar inteligente, es evidente: la dependencia de la tecnología. Si esta ya está suficientemente afianzada en el día a día, ¿es conveniente darle aún más relevancia? ¿Qué sucedería, por ejemplo, si hubiese un corte eléctrico o un fallo en la conexión a Internet? 

Además, como suelen demostrar los dispositivos móviles, los ordenadores o hasta los televisores inteligentes, a más tecnología, más posibilidades de resultar vulnerable a ser atacado por una amenaza informática. Un hogar inteligente podría ser pirateado de manera más sencilla por los cada vez más habituales ciberdelincuentes. 

Pero quizá lo más importante por lo que muchas familias no dan el salto a un hogar inteligente sea el considerable desembolso que eso supone. Quizá a la larga podría ahorrarse en consumo (o tal vez no), pero lo que está claro es que la inversión inicial siempre rondaría, en el mejor de los casos, los miles de euros. 

Al final, cada persona tiene la última palabra, valorando los pros y las contras, el presupuesto que maneje y, cómo no, lo mucho, poco o nada que a cada cual le atraiga la tecnología, así en general.