Qué es la extinción anónima, y por qué preocupa a los científicos

Si preguntas a cualquier persona el nombre de un animal extinto, buena parte de ellas responderán "el dodo" O quizá "el mamut", o el rinoceronte negro occidental, que desapareció hace poco. Son animales muy conocidos aniquilados por los seres humanos.

En cierto modo, esos animales "vivirán" para siempre, porque todo el mundo los conoce. Si el elefante o el tigre se extinguen, el mundo llorará su pérdida, y serán recordados durante generaciones.

Pero a los científicos cada vez les preocupa más otro tipo de extinción, llamada extinción anónima o extinción invisible:especies que se extinguen antes de que sepamos que existen.

En el mundo existen, según estimaciones, casi 9 millones de especies de seres vivos. El 86% de las especies terrestres, y el 91% de las marinas, son desconocidas. ¿Cómo es posible?

Esto se debe a que la mayor parte de la especies del planeta son pequeños insectos o microorganismos. Pero también se estima que quedan miles de especies de animales y plantas por descubrir. No es que no se hayan visto nunca, sino que nadie las ha catalogado como especie.

Y esa es la gran preocupación de los científicos: miles de especies se extinguirán antes de que quede un registro de ellas. Las generaciones futuras no sabrán que existieron. Es lo que se conoce como extinción invisible o anónima.

En nuestro planeta se han extinguido especies de forma natural a un ritmo constante, a lo largo de la historia, porque no han sabido adaptarse. Es lo que se llama extinción de fondo. Pero con el cambio climático las extinciones son entre 1.000 y 10.000 veces más grandes que la extinción de fondo. Y con ello se multiplican también las extinciones invisibles.

El paleontólogo Roy Plotnick, de Universidad de Illinois, calcula que solo el 13% de las especies en peligro de extinción, quedarán registradas. 

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Las extinciones invisibles son una gran pérdida para el planeta, y un fracaso para los seres humanos. Están desapareciendo seres vivos desconocidos que quizá producen una molécula única que podría curar ciertas enfermedades en el futuro, o un material que revolucionaría la industria o el comercio, como ocurrió con la seda, las especias, y otros tantos productos de origen natural.

Que una especie anónima desaparezca también significa que no podemos aprender de su extinción cómo proteger a otras similares. Ni siquiera, a quién debemos proteger.

El ecólogo Carlos Roberto Fonseca, de la Universidad Federal de Río Grande do Norte, se queja en Pesquisa, una publicación brasileña, de que los programas de protección dan prioridad a grandes especies que son muy queridas o llaman la atención, pero se olvidan de los insectos.

Pone como ejemplo a los insectos monófagos, especializados en comer una sola especie de planta: “los insectos gallícolas entran en las hojas y hacen que produzcan una estructura llamada agalla: allí se alimentan y viven la mayor parte de sus vidas”, explica.

Si la planta se extingue, lo hacen los insectos asociados. Fonseca cree que el Bosque Atlántico puede haber perdido entre 15.000 y 38.000 especies de insectos herbívoros, y la sabana, entre 6.000 y 15.000 especies.

Es una tragedia que el cambio climático está acelerando. Una consecuencia más de la acción humana, que los seres humanos siguen negándose a afrontar: las medidas contra este cambio climático no llegan, y los efectos son cada vez más visibles y alarmantes.