Steve Jobs no solo fue conocido como un líder visionario que revolucionó la industria de la tecnología, sino también por su filosofía de superación personal. 

A menudo compartía valiosos consejos con sus empleados sobre cómo llevar una vida más tranquila y cómo perfeccionar sus habilidades en lo que hacían. 

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El cofundador de Apple dejó una lección simple para aprender a distinguir a los líderes de los jefes. Y la diferencia radica simplemente en cómo abordan la gestión y el liderazgo. 

Por un lado, los jefes tienden a microgestionar y establecer directivas rígidas, lo que puede ser un obstáculo para el progreso dentro de una empresa. En cambio, los líderes siguen una filosofía diferente. Se centra en áreas de enfoque muy importantes. 

Confianza y empoderamiento

Una de las lecciones clave de Jobs fue la redistribución del poder en la toma de decisiones. En un mundo impulsado por el conocimiento, los estilos tradicionales de gestión jerárquica pueden resultar ineficaces. 

Steve abogaba por dar a los empleados una mayor autonomía en sus decisiones, en pocas palabras, generaba confianza en ellos mismos. Después de todo, son quienes mejor conocen sus áreas de especialización y las necesidades de los clientes. La confianza puede fomentar la innovación, así como la resolución eficiente de problemas. 

Pasión y visión

Steve Jobs enseñó que un líder debe construir una comunidad sólida con sus empleados, pero para ello se debe generar pasión, pero sobre todo visión en lo que se va a hacer. 

Esto significa establecer relaciones cercanas, comprender sus aspiraciones, experiencias y metas personales. Al fomentar vínculos fuertes y relaciones sólidas, se puede impulsar la colaboración, un elemento clave para crear un ambiente de equipo exitoso. 

Steve buscaba alinear los objetivos personales de los empleados con los objetivos comerciales de la empresa, y esta alineación se conseguía mediante la pasión colectiva del equipo de trabajo. 

Escuchar más que hablar

Un aspecto clave de la filosofía de liderazgo de Steve Jobs era la capacidad de escuchar más que hablar. 

En este sentido, Steve Jobs practicaba el liderazgo receptivo, que consiste en prestar atención a los empleados, indagar sobre sus inquietudes y puntos de vista, y comprometerse con la visión que tienen.

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Él sabía que cada persona tenía una voz valiosa y que las ideas de todos eran esenciales para el triunfo del equipo, pero sobre todo de la organización. 

Esto nos deja un aprendizaje profundo: los líderes confían en sus empleados, los jefes les dicen qué hacer.