Antes de empezar a analizar cualquier dispositivo procuro respirar hondo, cerrar los ojos y hacerme una imagen mental de a qué tipo de usuario va dirigido.

Es decir, aunque sea de una forma metafórica, me pongo en los zapatos del usuario que va a comprar ese producto y qué esperaría encontrar en el si me lo comprara.

No es un ejercicio sencillo, tengo los pies muy delicados y enseguida me aprietan los zapatos. Además, de tanto creerse otra persona uno termina con más personalidades que El Caballero Luna.

En ocasiones, ese ejercicio es más complicado que en otras. Por ejemplo, no es tan difícil pasar de analizar y valorar un móvil potente y equilibrado como el Xiaomi 12 que analizaba hace algunas semanas mi compañero Alejandro al también equilibrado pero menos potente Oppo Find X5 Lite (o su gemelo el OnePlus Nord CE 2 5G).

El drama viene cuando hay que pasar de analizar un dispositivo de gama alta que has estado usando durante semanas, y tienes que cambiarlo por uno de gama de entrada.

Todavía tengo los pies escocidos de la última vez que me puse en los zapatos de un usuario, y por eso, con los pies en remojo, quiero contaros mi experiencia al cambiar de uno de los mejores televisores de gama alta como el Samsung Neo QLED QN95A, a un televisor muchísimo más asequible como es el Nokia Smart TV 5000A que acabamos de publicar.

Los tiempos de cesión para el análisis de los televisores son de los más largos, oscilando entre las dos semanas y un mes o incluso más. En ese tiempo, el televisor ocupa la posición de honor en mi salón convirtiéndose en el televisor que ve mi familia a diario.

Tras cuatro años rotando televisores por mi salón, mi familia se ha convertido en algo parecido a un grupo expertos en imagen y sonido capaces de valorar –con muy buen criterio, por cierto— apartados como la calidad de imagen, el contraste o la definición del sonido. El ojo y el oído se entrena, solo necesitan poder comparar.

Me quedó claro cuando, tras un par de tardes viendo Netflix mi señora madre, con sus 76 primaveras, me dijo: “[...] hijo, esta tele (Nokia Smart TV 5000A) no se ve tan bien como la otra (Samsung Neo QLED QN95A). Le falta contraste y los colores no son tan vivos. Y súbela que no me entero de lo que está diciendo Gaviota”.

La próxima vez que tu cuñado te diga que todas las teles son iguales, le dices que hasta una señora con 76 años sabe encontrar las diferencias entre ellas. Claro que juega con la ventaja de ser madre, que de encontrar cosas saben un rato.

Lo que mi familia no sabe, y por eso me pagan por analizar cosas en Computerhoy.com, es por saber diferenciar qué funciones son importantes, y cuáles son un extra que se repercute en el precio y, por lo tanto, son prescindibles. Separar el grano de la paja.

Ponerse delante de un televisor de gama baja, con sus paneles inconsistentes, brillo justito y tacto plastiquero cuando hace solo unos días estabas usando lo mejorcito del mercado no es fácil.

Pero ahí estás tú y tus zapatos, y yo debo calzármelos y tomar conciencia de que no todo el mundo necesita un televisor de 2.000 euros, o tiene cosas mejores en las que invertir su dinero. El contexto lo es todo.

Con eso en la cabeza, analizo cada elemento del televisor y lo pongo en una balanza, tu balanza, y valoro desde el contexto del usuario que podría estar interesado en un televisor de estas características, si merece la pena o no.

Los comentarios que a veces recibo en mis redes sociales me indican que, en ocasiones, ese trabajo de desdoblamiento de personalidad funciona y acierto con mis valoraciones. No os preocupéis por mí, estoy bien, ya me he puesto en los zapatos de los usuarios de la gama alta de televisores de Sony de 2022. No todo va a ser sufrir.