La robótica y la inteligencia artificial han avanzado a pasos agigantados en los últimos años. El reto es conseguir que superen a la inteligencia humana, incluso que sean capaces de tomar decisiones. Algunas personas como Elon Musk ya han anunciado que existe la posibilidad de que la IA acabe con la humanidad.

La probabilidad de que eso suceda es elevada cuando la inteligencia artificial sea capaz de mediar en conflictos (tiende a elegir la opción más violenta) o desarrollar armas químicas utilizadas en la guerra. El riesgo de que los robots sometan a la humanidad es más bajo, su construcción no se lo permite.

Un estudio publicado en Science Robotics ha comparado las características físicas de los robots y algunos animales de tamaño y forma similares. Las categorías que ha tenido en cuenta son la potencia, su estructura, comportamiento, visión y control.

Los robots más avanzados destacan en ciertas categorías, incluso llegan a superar a algunos animales. El problema es que la ciencia no ha descubierto una forma para combinar todos los elementos, mientras que los animales han vivido una evolución de millones de años.

"Nos topamos con limitaciones inherentes al diseño. Si intentamos optimizar una cosa, como la velocidad, podríamos perder algo más como la capacidad de giro", ha explicado Kaushik Jayaram, ingeniero mecánico de la Universidad de Colorado Boulder.

El ingeniero ha puesto como ejemplo un robot inspirado en una cucaracha que colaboró a desarrollar en 2020. Esta máquina se mueve rápido hacia adelante y atrás, pero tiene dificultades al cambiar de dirección o caminar sobre una superficie que no es plana. 

A menudo es difícil predecir cómo se van a comportar los robots cuando se cambia alguna parte esencial de su configuración. Otras veces se produce una interacción cruzada positiva entre dos procesos, algo inesperado y poco probable, explica Jayaram.

Incluso los insectos superan a algunos robots

Los robots tienen dificultad para detectar los estímulos que les rodean, incluso los insectos les superan en este sentido. La mayoría de los robots no pueden detectar qué sucede en su entorno y adaptar sus acciones a él, al menos no tan rápido como un animal.

La debilidad que se aprecia en los robots después del estudio es una falta de flexibilidad y agilidad. Las máquinas están programadas para trabajar en las condiciones que han sido entrenadas y en cuanto se salen de lo establecido empiezan a tener carencias. 

La falta de sentidos es otro de los aspectos en los que las máquinas no pueden competir con los animales y los humanos. Los motores y las baterías ofrecen mayor potencia que muchos seres vivos, pero no tienen información sensorial de su entorno ni de sus propias unidades. 

La ciencia estudia cómo crear robots cada vez más ágiles y que se puedan adaptar a diferentes escenarios. El equipo de investigación sugiere centrarse en mejorar la construcción de subunidades funcionales que combinan poder, sensación y movimiento.

Diseñar robots que se adapten más fácilmente a los cambios de su entorno permitirá compensar los efectos negativos de cambiar alguna de las categorías, pero por el momento los mosquitos y las cucarachas siguen ganando a las máquinas.