Logo Computerhoy.com

He probado un mes el minimalismo digital y he notado muchos cambios positivos en mi salud mental

Relax

GettyImages

Lo primero que miraba al despertarme era el móvil. Al dormirme, probablemente también. Fue al comprarme uno nuevo, ya sabes, ese momento en que comienzas a configurar todo con ilusión, cuando topé con un concepto: minimalismo digital. Decidí probarlo un mes. 

Si nos ponemos teóricos, el minimalismo digital es un enfoque que busca reducir el impacto y la distracción causados por la tecnología digital en nuestras vidas. Es decir, busca hacer un uso consciente de la tecnología, no abandonarla.

Los datos que encontraba por el camino eran graves. Según la Universidad Complutense un 15,4% de la población española mantiene un uso del teléfono móvil muy elevado y está en riesgo de padecer complicaciones y el 5% se considera adicto. Es decir, una de cada 20 personas.

El Instituto Europeo de Salud cifra en 7,6 millones los españoles se consideran “adictos” a sus dispositivos. Y como yo, hasta el 61% de los encuestados asegura que “mirar el teléfono es lo primero y lo último” que hace cada día.

Desmembramientos, torturas, violaciones, suicidios en directo: los moderadores de redes sociales no pueden más

No soy una persona que interactúe mucho con las redes sociales, pero puedo pasar algunas horas sin darme cuenta haciendo scroll en Instagram o Tiktok o saltando de un vídeo a otro en YouTube. Sí, definitivamente soy de los que contestan en un segundo a los WhatsApp. Además…

Me había sorprendido a mí mismo viendo reels al mismo tiempo que veía una serie o película, y estaban los alarmantes datos —si los compruebas puede que a ti también te asusten— de horas usando el teléfono. Así que restablecer mi relación con el móvil era lo idóneo, encontrar que necesitaba realmente de él, y que no.

Eliminar fotos del móvil me hizo sentir que las perdería para siempre

Google Fotos

Decidí empezar por algo sencillo: ordenar y limitar el tiempo en las aplicaciones; poner un fondo de pantalla sin colores; activar modo descanso; establecer un día sin móvil y desactivar notificaciones no importantes. Al final acabé sacando un viejo despertador del cajón. 

Más adelante, y aquí es donde la cosa se puso interesante, comencé a seleccionar y pasar todas mis fotos al PC, (recomiendo usar Google Fotos). Fue una sensación extraña —había toneladas de archivos— y por algún motivo, existía una resistencia en mí a eliminar el contenido. 

Sentía que perdería algo de valor que no podría recuperar. No importaba que la mayoría de fotos fueran memes anticuados o capturas de pantalla borrosas y sin contexto. Resulta que el miedo a quedarte sin acceso a tu móvil tiene un nombre: nomofobia, y lo padece un 81% de los españoles entre 18 y 35 años, los segundos en Europa, solo por detrás de los italianos, según One Plus.

Microtraumas: no hace falta vivir una situación límite para devastar la salud mental

¿Y si al borrar todas perdía la foto de ese viaje? ¿Y si no podía volver ese día tan especial que a veces aparecía entre toda la basura? La realidad chocó de frente con una respuesta. 

Encontré fotos importantes, sí, pero eran fotos de las que ni me acordaba, ni me hubiera acordado, ni iba a buscar nunca. Estaban tan perdidas dentro de esa vorágine como eliminadas. Clic en borrar todas.

Estos primeros días no fueron tan complicados como hubiera creído. Aunque a veces buscaba el móvil en tiempos muertos para entrar en una red social en piloto automático. ¿Algo de estrés o ansiedad? Es posible. Pero el verdadero choque llegó al entrar en la parte más social del teléfono.

Borrar chats y salir de grupos de WhatsApp me hizo sentir FOMO

Cómo añadir tu dirección de email a WhatsApp y por qué deberías hacerlo

Con WhatsApp llegó lo más difícil. Por extraño que parezca, borrar los chats se me hacía más duro que con las fotos. La sensación de estar perdiendo partes cruciales del pasado, o que me servirían para el futuro, me abrumaba.

Una vez más, no importaba que la mayoría de los chat grupales de los que salía —de todos menos de los imprescindibles— estuvieran medio desiertos, o que en alguno ya solo quedara yo como último testigo despistado entre las ruinas. 

Revisitarlos me hizo encontrar con nostalgia momentos divertidos y personas del pasado, redescubrir grupos absurdos de más de una década —y otros con gente que ya ni conozco— o sorprenderme con personas con las que compartía 30 grupos diferentes.

La sensación que sentía es de estar siendo descortés o maleducado. Me entró urgencia por mostrarme disponible. Era como si me mudara de ciudad sin despedirme, como si estuviera dando un portazo en la cara a alguien. Clic en salir.

10 cosas que jamás deberías publicar en las redes sociales

Aunque avisé a los más allegados de este experimento, creo que algunos aún están preocupados por si me ha pasado algo o sospechan en secreto que estoy enfadado por algún motivo.  

Cuando terminé de borrar y después archivar todos los chats individuales, me quedé mirando una extraña imagen que no recordaba haber visto nunca. Una pantalla vacía y fría. Ahí entendí que significaba es a palabra tan de moda: FOMO, miedo a quedar fuera de algo. También soledad.

Liberarme del móvil comenzó a tener efectos muy positivos

Chica con un móvil tapándose la cara

Depositphotos

El punto de inflexión llegó un día que salí a montar en bici en el día sin teléfono. Dejar de lado el móvil implica muchas cosas que podemos olvidar fácilmente. En mi caso, la primera fue darme cuenta de que no podía escuchar música sin móvil. La segunda, una trampa que no conocía.

De repente, salir a un sitio tranquilo y habitual a hacer deporte era un peligro. ¿Y si me pasaba algo y no me podían localizar? Más bien, ¿y si le pasa algo alguien, me necesita y no pueden localizarme? ¿Esa neurosis oculta había estado formando parte de mi vida? ¿Sin enterarme? ¿En serio? Clic en rebeldía.

La realidad es que poco a poco, tras haber experimentado todas estas sensaciones, comenzaron a llegar las cosas buenas. Menos era más. Comencé a dormir mejor y tener la mente más clara. De repente, tenía más tiempo para leer.

Había amigos con los que creo que directamente nunca había hablado —me refiero a realmente hablado— por teléfono. Más aún, al verlos en persona teníamos mucho más que contarnos. Las interacciones se volvieron algo más reales. El tiempo era más tiempo y el problema pasó a ser si me había olvidado el móvil en algún sitio. 

Silencio Neuronal

Irónicamente, el FOMO que sentí se había vuelto una ventaja. Al tener más tiempo libre comencé a ser más selectivo con los planes. En lo profesional —no puedo decir si por el mejor descanso o por el minimalismo digital— comencé a sentirme más productivo y concentrado. 

Como sorpresa inesperada, aunque es difícil decir si tiene relación, mis gastos bajaron un poco. ¿Pedí menos comida por Glovo? ¿Dejé comprar productos en Amazon? 

Muchas ventajas para, en realidad, tan pocos ajustes: un día sin móvil, límite de apps y limpieza de fotos y chats de WhatsApp. Y un nuevo y pequeño placer —esto va de minimalismo— el de una pantalla libre en móvil, tranquila y silente, lista para lo que necesitaba yo de ella y no al revés. 

También una duda: ¿debería expandir este hábito a otros dispositivos? ¿Lo mantendré? No puedo decir que mi experiencia con el minimalismo digital sea válida para todo el mundo. Lo que he aprendido de esta tendencia es que es un camino que cada uno tiene que recorrer y adaptar, solo si quiere. Va de elegir.

Descubre más sobre , autor/a de este artículo.

Conoce cómo trabajamos en Computerhoy.

Etiquetas: Salud