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La sorprendente historia del síndrome de Estocolmo: ¿por qué las víctimas se enamoran de sus captores?

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La existencia y las causas de este síndrome son objeto de debate y controversia en el ámbito científico. ¿Qué factores influyen en esta extraña reacción? ¿Cómo se manifiesta y qué consecuencias tiene? ¿Es realmente un síndrome o una estrategia de supervivencia?

Seguramente has escuchado hablar del síndrome de Estocolmo, que se alza como un fenómeno tan intrigante como controversial. Este término es conocido en todo el mundo, y remite a la profunda conexión que en ocasiones se forja entre las víctimas de secuestro y sus captores. 

Es un mecanismo de defensa que ayuda a las víctimas a lidiar con el trauma de ser secuestradas o tomadas como rehenes. Al desarrollar un vínculo con los ladrones, las víctimas pueden sentir que tienen cierto control sobre la situación y que no son completamente indefensas. 

Los expertos en psicología creen que este síndrome se puede desarrollar en cualquier persona, independientemente de su edad, sexo o condición social. Sin embargo, hay algunos factores que pueden aumentar el riesgo a desarrollar esta experiencia. 

Se suele presentar durante la toma de rehenes y la duración del secuestro, así como el aislamiento de la víctima de sus familiares. Asimismo, tiende a desarrollarse cuando hay abuso físico o psicológico del rehén por parte de su captor. 

El origen del síndrome de Estocolmo

La historia del síndrome de Estocolmo está inextricablemente ligada a un evento que ocurrió en Estocolmo, Suecia, hace más de 50 años. En agosto de 1973, un intento de robo bancario terminó convirtiéndose en un fenómeno psicológico conocido en todo el mundo. 

En ese incidente, Jan-Erik Olsson, un ladrón convicto, tomó como rehenes a cuatro empleados del banco. Durante los seis días que duró el secuestro, los rehenes desarrollaron simpatía por Olsson y su excompañero de prisión. Clark Olofsson. 

Una de las víctimas, Kristin Enmark, dijo que tenía miedo de la policía y no de los criminales. Incluso llegó a declararse enamorada de Olofsson. El trasfondo de esta situación se hizo aún más impactante cuando algunas de las víctimas desarrollaron empatía y afecto con los ladrones, desafiando todas las expectativas. 

El caso de Estocolmo fue solo el primero de una serie de ejemplos impactantes. Por ejemplo, el secuestro de Patty Hearst en 1974. Esta mujer, nieta de un adinerado de los periódicos, fue secuestrada por el Ejército Simbionés de Liberación, un grupo revolucionario armado. Ante todo pronóstico, Hearst se unió a sus secuestradores y participó en múltiples robos. 

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Cabe mencionar que en el mundo de la psicología, el síndrome de Estocolmo no figura como un diagnóstico oficial, los expertos discrepan sobre si es una verdadera condición mental o una estrategia de supervivencia en circunstancias extremas.  

En este sentido, el fenómeno del Síndrome de Estocolmo ha sido objeto de controversia desde su descubrimiento en 1973. Científicos creen que es una situación real, mientras que otros creen que simplemente es un mito

Se argumenta que las víctimas de secuestros o toma de rehenes no desarrollan un vínculo real con sus captores, sino que están haciendo lo que consideran que es necesario para sobrevivir. 

A lo largo de las décadas, el síndrome de Estocolmo ha dejado su huella en la cultura popular. Ha inspirado películas, series de televisión y obras literarias que exploran las complejidades de esta conexión impensada, que muy pocas personas desean experimentar.

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Etiquetas: Curiosidades